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Cartas a mi amigo ausente

Llegué, madre, llegué...

La crisis de los refugiados, desde el punto de vista de un viejo inmigrante

Querido amigo Fernando: ¿Qué está pasando en tu-nuestro viejo continente? ¿Se acabó la sensibilidad humana?

Yo tuve que emigrar de nuestra España porque no tenía nada que ofrecer a mis hijos en un momento crucial para ellos. Tú lo sabes. Soy un emigrante de entonces, uno de esos a los que despedía simbólicamente la escultura que en ese Gijón del Alma se erige a través de la Madre del Emigrante y que tu mujer, "Conca", pinta frecuentemente. Fui bien acogido en el país al que me incorporé y logré sacarles a flote y no digo que no tuviera que esforzarme para ello más que los que tuvisteis la suerte de permanecer en nuestra tierra. Ni siquiera me llamaban "inmigrante". Eso no quita que siga soñando en que mis huesos reposen en ella, aunque, tal y como están las cosas y las conciencias, me empieza a dar miedo, pues ¡quién sabe si no les dejarán descansar en paz!

Estoy viendo y de verdad que no lo entiendo como cada día se alzan más muros fronterizos (aunque sean solo administrativos); y lo que es peor, mueren diariamente cientos de seres humanos que pretenden llegar a un destino que les permita al menos subsistir.

Quizá mi situación me coloque en una posición más abierta para entender a esos "pobres humanos" que lo intentan y dejan su cuerpo asfixiado en un camión o ahogado en el mar y sobre todo por cuanto estoy aprendiendo de ellos, ahora que dejan todo, incluso su vida para conseguir lo que a los demás el mundo les da, quizá sin merecerlo.

Ayer una madre de muchísimos años me pidió que la leyese una carta que un hijo la había dejado escondida en un pequeño agujero habitual como escondite de sus valores. La había dicho que allí encontraría noticias suyas de vez en cuando. Por eso ella al pasar dos meses de ausencia, buscó noticias.

La carta decía:

"Lo conseguí, madre. No se lo digas a nadie, ni a mis hermanos ni a mi padre, ni a mis amigos, ni a los abuelos, ni siquiera a mi novia. Quiero que sea un secreto entre tú y yo. He conseguido un pasaje en un barco para ir a Europa. Cuando vuelva, os llevaré todo lo que necesitáis todos y será una sorpresa.

"Donde me deje el barco no me va a faltar de nada. Europa es muy rica y me van a querer mucho. Ya sabes que soy muy trabajador y nunca me canso de trabajar. Llevo en mi corazón todo lo que tú me has enseñado, en especial la paciencia, los buenos modales, buen comportamiento y sobre todo seré como tú siempre has querido que fuese: buena persona.

"Me van a tratar muy bien. No sé si al final me quedaré en un país que se llama Italia o me acercaré a Francia o a España. Iré donde más gane para que pueda verte cuanto antes y decirte lo mucho que te echo de menos y lo que te quiero, aunque haya tenido que irme de tu lado para poder tener una vida como la que tu deseas para mí.

"P. D.: Pronto nos veremos y será como estar los dos en el cielo."

Tuve que aguantar mi llanto al verla tan feliz. Yo sabía que era uno de ellos, de los que no habían llegado a su destino.

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