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Presidente del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe

¿Hacia dónde camina Turquía?

Un territorio en el que avanza el clima de violencia

El terrible atentado de Turquía en las últimas fechas y la deriva belicista y represiva del régimen de Erdogan nos hace temer que la desgracia que asola al resto de los países de la zona se cobre una nueva víctima, Turquía, un territorio que, dentro de un orden, se había mantenido al margen del espanto.

Desde la llegada del Sr. Erdogán los abusos, la violencia de estado y los recortes en los derechos no han cesado; las promesas que hizo a los kurdos, que en su momento le aportaron muchos votos, pronto quedaron en el olvido y, conseguida la mayoría absoluta, el diálogo prometido se tornó en un represión sin precedentes.

Su proyecto de estado se basaba en imponer la cultura turca a las minorías y a reislamizar el territorio, algo que no concordaba con las ideas laicistas y progresistas arraigadas en ámplios sectores de la población.

A ello se añadía una economía basada en un neoliberalismo depredador y desregulador, dando pie a una fuerte corrupción de la que por ahora ha quedado impune gracias a un poder judicial y a una policía previamente depurados.

El gran poder acumulado por dos mayorías absolutas lo han hecho un megalómano cuya máxima expresión es la construcción de una residencia con más de mil habitaciones, a imagen y semejanza de los grandes palacios del sultanato.

Sus pretensiones hegemónicas en la zona lo han llevado a una trayectoria oportunista llegando a modular, a conveniencia, un discurso político con guiños a occidente pero al tiempo convertirse en protector del Estado Islamico: un estado financiado en su momento por la CIA y las monarquías teocráticas del Golfo.

De todos es conocido que el territorio turko ha servido de retaguardia al ISIS y sobre todo es un marco para el reclutamiento y el paso de los combatientes integristas que redirigen al califato; y el gobierno turko en su afán de debilitar a los kurdos, se ha servido de ellos para atacar las zonas kurdas de Iraq y Siria. Incluso veía con satisfacción la caída la ciudad kurda de Kobani, en manos del estado islámico.

Con esta deriva, nada tiene de extraño que Turquía se haya convertido en segunda residencia de mucha gente de los países más integristas del Golfo Pérsico y que el paisaje de sus principales ciudades se vaya tiñendo del color negro de estos visitantes.

Por todo a muchos les chocó que, en fechas recientes, el régimen se implicara en la lucha contra el estado islámico, al permitir a la fuerza área americana utilizar sus bases para atacar al califato. Pero pronto se demostró que las intenciones de Erdogan eran aprovechar la coyuntura para bombardear a las milicias kurdas de Siria e Iraq que están combatiendo al estado islámico.

Tales intervenciones contra sus otros hermanos no han hecho sino incrementar la espiral la violencia en el Kurdistan turco que respondió con ataques a las fuerzas gubernamentales lo que aprovechó el gobierno para cercar algunas ciudades y desatar la represión contra la población civil.

Esta espiral de violencia provocó la reacción inmediata de los sectores democráticos y progresistas de Turkía, temerosos de la deriva que estaba alcanzando el país; mas la repuesta gobierno fue reprimir con dureza a los intelectuales y diputados que reclamaban la paz en un comunicado.

La posterior gran movilización de Ankara, convertida en un baño de sangre, tenía tres eslóganes: paz, democracia y trabajo. De todos es conocido que esta justa petición fue acabó en un baño de sangre con más de cien muertos.

La respuesta del gobierno fue confundir, atribuyendo la autoría, además de al ISIS, a grupos vinculados a los convocantes de la manifestación. Y su torpeza fue aún mayor y reprimiendo con dureza a familiares y compañeros de las víctimas y al intentar imponer el silencio a los medios de comunicación. Pero la población no se ha dejado engañar, los gritos de los manifestantes eran unánimes contra Erdogán, como responsable por acción u omisión de la tragedia.

Es evidente que con este ataque de corte integrista se pretende golpear a un movimiento democrático en auge y a su vez sembrar el miedo que permita la reelección de este gobierno en los próximos comicios. Por eso el grito de rabia de los manifestantes, ignorado por los medios oficiales, se dirige contra el gobierno, cuyos servicios secretos, tenían noticia de lo que pretendía alguno de los terroristas.

Desde estas líneas nos solidarizarnos con las víctimas, sus familiares y las organizaciones; y es nuestro afán apoyar a los pueblos de Turquía a que tomen el camino hacia la paz, el diálogo y la democracia, que junto con el respeto a los derechos humanos y el derecho de los pueblos pueda garantizar que no sea el próximo país donde triunfe la barbarie tal como está ocurriendo en otros países de la zona.

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