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Crítica / Arte

El camino interior de Francisco Fresno

Con una charla a la que asistieron cerca de 70 personas, y entre ellas media docena de pintores gijoneses, titulada "Idea de la pintura", presentó el miércoles 21 de octubre Francisco Fresno (Villaviciosa, 1954) su obra de 2 por 4 metros aprox., al óleo sobre tela, "El camino interior".

El tamaño enorme del cuadro es un factor más a tener en cuenta en su valoración esencial, lo mismo que otros muchos, como el color, la composición, el tema o el estilo. Un camino que se adentra y zigzaguea en el bosque, invitando al espectador a recorrerlo hacia la luz que brilla y atrae desde la lejanía. Este camino interior de Fresno suena al "Yo voy soñando caminos" de Antonio Machado, aunque termina deseando "hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera", como en el poema "Al olmo seco"?

El pintor presentó imágenes de cómo iba haciéndose el cuadro, poco a poco, a lo largo de tres años, desde el arranque inicial de gran derroche de energía, con salpicaduras, vertidos y otros variados accidentes gestuales, hasta los toques puntillistas dados uno a uno con una larga espátula e infinita paciencia.

Interesante fue observar a la izquierda del camino una misma rama tres veces repetida, con su tamaño que disminuye en la distancia. Como si el autor, que se apoya en modelos fotográficos, hubiera entrado en el bosque disparando la cámara a derecha e izquierda, para luego superponer esas imágenes. Pero tal superposición funciona como una perspectiva inversa, pareciendo que el pintor recorre el camino hacia adelante con su cámara, pero pinta caminando hacia atrás.

A continuación Fresno echó una mirada a sus anteriores obras, fuesen pinturas, grabados o esculturas, meditando acerca de ciertas contradicciones como el orden y el caos, lo grande y lo pequeño, el pasado y el presente, la memoria y el olvido. Hasta llegar a convencer a los asistentes de que el artista innova constantemente, a la vez que permanece siendo el mismo. Aludiendo a la "Torre de la memoria" (2000) que se alza sobre los cimientos de la antigua acería de Moreda, hizo ver cómo los miles de planchas de acero inoxidable, pulidas a modo de espejo, reflejan el acontecer diario de la zona, a la vez que la propia pieza de acero cortén recuerda la vieja acería. La convivencia entre pasado y presente se hace así del todo clara. Los recortes ovoidales de "Hacia la luz" (2009), en la glorieta de Albert Einstein, están presentes en obras anteriores. Pero aquí los mismos huecos se acomodan al arbolado circundante, silban con el viento y dialogan con la torre de la Universidad Laboral. Esta pieza de 22 m. de altura en acero cortén, parece un bifaz o hacha de mano o una peineta, objetos pequeños, hasta que ha sido bautizada por el pueblo de Gijón con el nombre de "El rayador". La diferencia de tamaño queda anulada.

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