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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Albricias, retractación

Marcha atrás de los que tan alegremente propusieron quitar el nombre a la calle de La Merced

Por una vez, las cosas que se tuercen recuperan su estado original: el trágala del cambio de nombre de la clásica calle de La Merced, votada en sesión plenaria, por el del antiguo alcalde José Manuel palacio no se llevará a cabo. Y la cosa no tendrá lugar porque quien la propuso en su momento, la semana pasada, se desdice ahora, vista la algarabía que se montó. Ya dejamos claro que el cambio se hacía no por favorecer la memoria del extinto político, sino por chinchar no se sabe muy bien a quién. Y como la cosa no iba por la recta vía, las protestas ciudadanas disgustaron a los familiares y personas más cercanas a quien fuera primera autoridad municipal de esta villa marinera.

La decisión del cambio había sido democrática: más concejales se decantaron por el cambio que aquellos que se decantaron por la sensatez: sólo cuatro de veintisiete. El resto, se lanzaron pendiente abajo por la desmesura y la cobardía, que se todo ha habido.

La propuesta, como ahora la retractación, partió de la marca blanca local de Podemos que pretendió convertirse en redentor de una memoria supuestamente olvidad del primer alcalde de este último tiempo democrático, a la sazón socialista. Por allí pasaban también los de IU que, por no pasar de desmemoriados, se sumaron a la propuesta, probablemente en la idea de no ser confundidos con alguien de estribor. A los socialistas, pillados entre la espada y la pared, les faltaron los reflejos suficientes para ejercitar su propia memoria y percatarse de que Palacio, a pesar de haber sido su primer alcalde de la democracia recuperada, fue también martillo opositor durante un mandato completo, pero ni la memoria les dio para tanto ni la fortaleza suficiente para no intervenir en el despropósito con una prudente abstención. Y al equipo de gobierno forista, con su extraña alianza local con Podemos, le faltó tiempo para sumarse al entuerto sin pensar, como suele ser su costumbre, en las consecuencias.

Luego, vino la gente y montó el cisco. Y los de Podemos, aparentemente tan firmes, pero tan blanditos políticamente, que no habían pensado en las consecuencias de su broma pesada para con vecinos, profesionales y comerciantes de la vía afectada, se vinieron abajo y en menos de una semana, han metido la marcha atrás.

Habrá que ver ahora cómo se retractan, probablemente en la próxima asamblea plenaria los que tan ligeramente se sumaron a la alocada propuesta podemita. Para los foristas no habrá problema alguno: están tan acostumbrados a decir hoy una cosa y mañana la contaría que una más les traerá al fresco, pero será divertido comprobar si sale a justificar el voto, tan ufana como salió para dar el sí al cambio, la caritativa cirujana o deja que sea uno de sus adláteres quien lo haga. En IU utilizarán el mismo argumento que los de Podemos: la presión ciudadana y el haber escuchado la voz del pueblo oprimido. Los socialistas ya tienen su disculpa: ellos votaron a favor, sí, pero ya habían pedido que se buscará mejor ubicación, probablemente ignorante que lo importante son los hechos no la palabrería.

Bien está lo que bien termina, aunque nunca debería haber comenzado. Ahora que parece haber quedado en anécdota, el hecho nos queda como radiografía de una corporación de las más desgraciadas desde 1979: con un grupo gobernante minoritario, el de los moriyonistas, en manos literalmente de un grupo inepto, el de Podemos, tomado por el sindicato violento CSI, con mucha ineptitud, pero con un desmesurado afán de venganza que ya no es de clase, sino político y social, especialmente enfocado a los socialistas. Y a estos, sin la suficiente fuerza política o, al menos, sin la suficiente firmeza para mantener sus postulados y, de esta forma, poder ofrecerlos al electorado como hechos positivos.

El intento de cambio nominativo a la calle de La Merced significa un tanto a favor de la ciudadanía. Bienvenido sea y gracias a sus vecinos, profesionales y comerciantes en nombre de todos.

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