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Tormenta de ideas

Ellos no votan

Los niños como grandes víctimas de la violencia de género

Esta semana ha sido importante. No solo por las mujeres muertas por la violencia de aquellos que dicen que las quieren, sino también, especialmente para mí, por esos niños que se han quedado huérfanos. Muchas de ellas no habían denunciado, y el motivo lo he oído cientos de veces: "no me voy por los niños", "me separaré cuando sean mayores", "ahora se quedarían sin padre"... Y siempre la misma respuesta. Siempre la misma disculpa: "mis hijos no se enteran", "ellos no lo saben, no nos ven", "lo hace cuando viene mal por la noche... ellos están durmiendo".

Y sin embargo, yo sé que sí lo saben y lo grito y me enfado y me rebelo... Porque ellos me lo han dicho. Las verdaderas víctimas no son adultas, no pueden decidir, pero sí lo saben, sí lo oyen, aunque se tapen los oídos y se escondan bajo la cama. Aún recuerdo cuando una de ellas, una niña de unos 10 años, me decía: "¿sabes, Isa? Mi cole está frente a mi casa, y yo me pasaba el día mirando hacia mi ventana, porque siempre creí que mi padre la mataría... Que la vería caer por aquella ventana". Aquello ha marcado su vida para siempre; porque claro que ella y su hermano lo sabían, lo oían, veían el terror en los ojos de su madre cuando oía la llave en la puerta, las prisas para que se fueran a la habitación: "a dormir, que hoy Papá viene cansado".

Siempre igual, y luego esos niños crecen y son adolescentes y ellos, que no sabían nada, que nunca oían nada, a quienes ella había intentado salvaguardar, se vuelven contra ella porque, me dicen, debería haberle dejado, debería haberles librado de él. ¿Y saben lo peor? Que muchas veces, la mayoría, cuando toman la decisión y se liberan de la culpa, de la vergüenza, y toman la decisión de separarse (con el terror que implica el empezar de cero) para protegerse a sí mismas y a sus hijos, pues resulta que tampoco los libran de ese psicópata. Porque nuestras leyes, o nuestros legisladores, vaya usted a saber, piensan que el hecho de ser un maltratador no implica ser un mal padre. Y se quedan tan anchos. Y les dan hasta la custodia compartida si se tercia, porque él era solo malo con ella, a los niños los adora, nunca les ha puesto la mano encima, es un padre ejemplar, solo se le iba un poco la mano y era cuando consumía, que ahora está requetelimpio (sin ningún tipo de análisis, por supuesto) y no tiene más intención que hacer felices a sus hijos...

Y es así cuando vemos a padres vengándose de ellas por medio de los hijos: si no ya matándolos, como desgraciadamente vemos muy a menudo, realizando una alienación dañina en la que les dicen lo mala que es mamá por haberle abandonado... Y los niños son niños, y cuando ven al psicópata encantador en el que se trasforma cuando ella no está, le creen; y la rueda gira y ese niño que ha visto cómo se denigraba a su madre, a veces cuando es mayor, piensa que es lo normal, lo que hay que hacer, y repetirá el modelo. Por eso, mientras no hagamos campaña para ellos, para los niños, para educarlos en la igualdad, en el respeto y en lo emocional, mientras no invirtamos dinero en formarlos para que puedan convivir sin violencia con habilidades emocionales que se enseñan desde todos los ámbitos (familiar, escolar y, por supuesto, social), mientras no tengamos recursos para educar a nuestros niños, estaremos tirando el dinero, por muchas campañas que hagamos, porque es difícil reeducar a un psicópata y hacer que ellas tomen la decisión acertada cuando han estado sojuzgadas toda la vida. Y es que, recuerden: estas campañas son para ellas, nosotras, las mujeres que votamos... La violencia hacia ellos no importa tanto porque ellos, los niños, no votan.

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