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Carta al amigo ausente

El triunfo es muy solitario

Te desahogas conmigo en tu última carta cuando me dices que te extraña ver cómo mi felicitación por tu progreso profesional se ha quedado a la espera de otra (salvo la de tu esposa e hijos) para que sean dos las felicitaciones recibidas; y sin embargo te sorprendió el número de ofrecimientos de apoyo moral cuando hace muy pocas fechas tuviste un contratiempo inesperado de relativa escasa importancia.

Es cierto cuanto observas y te diré que está muy generalizada esta actitud en este país, y lo que es más preocupante, es la potenciación de ello en tertulias y programas específicos de televisión, que fomentan las malas formas y la falta de las más elementales normas de cortesía y educación. Recuerda cuando de estudiantes, un jesuita del que nos acordamos mucho, con mucha clase y más dotes pedagógicas, nos advirtió: "No es difícil encontrar a quien te abrace cuando estás triste, lo difícil es encontrar a quien lo haga de verdad cuando tengas algo que celebrar". Y continuó con un consejo: " El truco para no decepcionaros de la gente que os rodea es no esperar mucho de ella."

Podría enlazar cuanto antecede como la consecuencia y resultado del gran pecado nacional de nuestro país, que es la envidia, ya que solo se tiran piedras al árbol cargado de fruta.

No es difícil que tras esta observación venga la crítica de modo constante y con escaso fundamento, pues hay muchas personas que como sutil manifestación de inferioridad, dedican gran parte de su tiempo a vivir la vida de otros, pues el arte de criticar , (según J.L. Martin Descalzo) es para lo que, a pesar de ser difícil, todos nos sentimos perfectamente preparados.

Si esto llega a tu vida, no te entristezcas, al contrario, será la prueba de que tu luz propia incomoda a quién está en la oscuridad.

Sí, querido amigo, ya sé que no debiera ser así, pero lo es. La sociedad en general necesita un cambio de enfoque para alcanzar la felicidad, respetando al prójimo que no es otro que el más próximo, sabiendo que en toda persona hay más cosas dignas de admiración que de desprecio, y por lo tanto es mucho más agradable el elogio sincero que no la crítica destructiva.

No puedo por menos que evocar a mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer, cuando exclamaba "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!" Quizá si viviese en esta época, la exclamación la hubiese cambiado por "¡Qué solos están los que llevan en vida el triunfo y sus logros a cuestas!"

No creas que la soledad es tan cruel, terminarás conversando con el hombre que siempre llevas contigo, que es el único que no puede envidiar tu progreso porque conoce tu sacrificio.

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