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Carta al amigo ausente

La importancia de ser y estar

Parlamentarios ausentes de sus obligaciones y escaños

Evoco hoy, querido amigo, uno de los primeros consejos que nos dio nuestro maestro profesional sobre la delegación en el mando: "Si no eres capaz de poderte ausentar unos días en tu trabajo, tienes que pensar que tu estilo de gestión no es adecuado; sin embargo preocúpate también, incluso más, si por el contrario, tus colaboradores pueden prescindir de ti una larga temporada, certificando con ello la razón inequívoca de que tu puesto de trabajo está sobrando".

Quizá tengamos que aplicar esta teoría a nuestros parlamentarios actuales, pues llevan ausentes de su puesto de trabajo desde la convocatoria de elecciones generales y con perspectivas de seguir disfrutando de sus largas vacaciones hasta que se resuelva la gobernabilidad, bien con acuerdos de grupos políticos contrarios a cuanto expusieron en su campaña, o a través de nueva convocatoria electoral. Les une, eso sí, su inequívoca ambición de poder y lucha desenfrenada por un reparto de sillones no ganados por méritos ni siquiera por votos, presentando con ello el más voraz canibalismo humano equiparándose a los lobos cuando despedazan y se reparten los despojos de la presa conseguida.

¿Dónde han dejado la sensibilidad de velar por y para el pueblo al que representan? ¿Qué fuerza les empuja a este obrar tan poco ético, mientras destrozan las ilusiones de buena convivencia y bienestar de sus ciudadanos?

Aun existiendo excepciones, que las hay por supuesto, están siendo testigos y permitiendo cómo personas de sus propios círculos de poder y mando están mostrando descaradamente lo que nunca se ha de permitir , que es dejarse llevar por la pasividad ante la mayor injusticia democrática de ver como se desnivelan los platos de la balanza de la justicia de uno a otro lado, en función de la moneda que se coloque en cada plato.

No me sorprende, amigo mío, y no me da ninguna pena, que tras dejar sus mandatos y por lo tanto con ello sus círculos influyentes, se observa cómo sus propios amigos les niegan sin esperar siquiera a que el gallo cante en la madrugada.

Quizá en su ambición egocéntrica mientras disfrutaban del olimpo al que se habían subido, nadie les había advertido que, una vez dejado el poder, sólo les quedaría el recuerdo que, al fin y al cabo, a pesar de la mejora patrimonial obtenida por medio de la corrupción, es como un cuaderno con hojas llevadas por el viento. Y después, ausencia y olvido en el cerebro que llegará a extraviar todos los indicios del ser de quienes se creían imprescindibles en el firmamento.

Tras "su reinado" efímero, sus miradas paseantes solitarias se encallarán en el infinito, aunque solo puedan ver de él el muro construido con su propia vergüenza.

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