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Mujeres en la negra sombra

La "Semana negra" promete feminizarse por las críticas a su próximo palmarés, íntegramente masculino

La escritora nigeriana Chimamanda Adichie cuenta en su obra "Americanah" que descubrió que era negra cuando se fue a estudiar a EEUU, donde empezó a sentirse objeto de una extraña impostura: la trataban distinto porque tenía la piel chocolate pero, a la vez, fingían no hacerlo de una manera ostentosa, casi ridícula. Como desde siempre venía notando que ser mujer era un obstáculo extra, hubo de sumarle entonces el factor de la negritud y otro más, ser africana, lo que significaba enfrentarse a ideas preconcebidas tan exóticas como, por ejemplo, la suposición de que en todo el continente no hay internet. Al final, la joven novelista acabó embargada por una inquietante impresión, era como si un único hombre blanco hubiera escrito una única historia universal y oficial. Fuera de ella, todo eran sombríos márgenes.

A los organizadores de la "Semana negra" les ha salido al paso estos días una polémica que nunca desearon provocar y que puede que para sus adentros consideren injusta. El grupo de dieciocho finalistas de la edición de este año es íntegramente masculino -por tanto, su palmarés también lo será- y en las redes se han multiplicado las críticas. La reacción del equipo gestor ha sido impecable: entender las razones, asumir la necesidad de cambio y proponer otras dinámicas de trabajo que pasan, por ejemplo, por contar con escritoras y lectoras en los procesos de selección.

Es muy de agradecer porque en otras latitudes tendríamos que escuchar defensas numantinas o enroques por la tremenda que acaban casi siempre en insultos a la inteligencia y demostraciones lamentables de ese machismo en la resistencia que a nada se inflama, revienta las costuras y muestra impúdicamente su anemia intelectual con sentencias al estilo de "que se pongan a fregar, que se tomen las pastillas, las feministas de siempre?"

Lo ocurrido estos días con la "Semana negra" es paradigmático y merece una reflexión. Empezando por el final, lo que los organizadores plantean no es otra cosa que cuotas. Cuotas femeninas en los equipos de selección para favorecer que también las haya entre las personas galardonadas, aunque incluso se podrían plantear en el propio equipo organizador, lo mismo que se proponen en comités de dirección, consejos de administración o consejos de ministros.

Las cuotas son una derivada de la denominada discriminación positiva que a algunos y algunas pone los pelos de punta, aunque cada vez somos más quienes les vemos el sentido. Si conforme se sube en la escala de poder las mujeres van escaseando hasta prácticamente desaparecer y sigue ocurriendo en tiempos en los que las mujeres ya estamos igual de cualificadas que los hombres, habrá que remover eso que sea que hace de tapón, abriendo corredores para el ascenso, visibilidad y reconocimiento de las féminas brillantes y talentosas, que las hay en igual proporción que en el género masculino; el talento no va asociado al sexo.

Para facilitar el cambio, los organizadores de la "Semana negra" entienden que hay que incorporar mujeres que tiren de mujeres, una lógica muy interesante que, en el fondo, es el reflejo de la dinámica que subyace en todo este asunto: los hombres siguen, en general, decidiendo en masculino. Incluso cuando cultural e históricamente están sensibilizados que nunca para no hacerlo, sigue ocurriendo.

Lo que quisiéramos es no necesitar cuotas ni mujeres que tiren de mujeres sino una sociedad que lo haga por dinámica propia, no impuesta. Un mundo en el que, por ejemplo, una mujer negra africana, no tenga que descubrir que todo lo que la hizo sentirse de niña orgullosa es en realidad un lastre, un mundo con muchos más escribanos que un único hombre blanco. Lleva su tiempo y sus esfuerzos. Por ejemplo, éste al que se compromete la "Semana negra" gijonesa. Quizás debió ser antes pero es ahora. Por otros seguimos aún esperando.

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