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La República que viene

Hoy, 14 de abril, 85.º aniversario de la proclamación de la Segunda República, soplan vientos favorables a un nuevo advenimiento

Hoy, 14 de abril de 2016, celebramos los demócratas y los republicanos el 85.º aniversario del 14 de abril de 1931, martes, en el que con fiesta, y alegría, se proclamó en todas las capitales y grandes poblaciones de España la II República, "¡cuando era flor todo el país; cuando en fecundos olores florecen todas las flores menos las flores de lis!", cantó el poeta desde la tapia de sus Coplas del día...

¿De dónde venía aquella proclamación? De unas simples elecciones locales. Los estrategas de la monarquía habían renunciado a las elecciones generales, ya anunciadas, por temor a que de ellas saliera imponente mayoría de las fuerzas republicanas. Fundados estaban sus temores; tanta era la ebullición republicana que bastaron una elecciones municipales, "administrativas y menores", para que la República llegara; y llegó porque era un clamor, una necesidad; el remedio de salvación que le quedaba al reino de España para salir del analfabetismo, la explotación y la injusticia que lo consumían...

Contra la alegría del pueblo se alzó la oligarquía, corriente arrolladora formada por intereses y devociones; grandes propietarios, grandes terratenientes, dalmáticas y uniformes.

Aquella Segunda República, del 14 de abril, como la primera del 11 de febrero, vino de la mano de sendos reyes borbones.

La Primera República, la trajo, aunque indirectamente, el 11 de febrero de 1873, por renuncia al trono de Amadeo I de Saboya, el rey elegido democráticamente en la Asamblea nacional, la conducta política (por no citar el resto de sus conductas) de la amorosa y despilfarradora doña Isabel II que, para tranquilidad del reino sumiso, los generales hubieron de poner en Biarritz. En París, vivió como una reina con "oro, corte y señorío" en el palacio de "Castilla". Tan castiza y cortesana, que un día sentó a comer a su mesa a Amadeo I de Saboya y a Carlos VII de Borbón. Dos exreyes y un pretendiente. Oros, espadas y bastos...

La Segunda República la trajo el agotamiento de la política militarista, antipopular y anticonstitucional de Alfonso XIII. Sus adversarios políticos, que habían sido sus amigos, la ofrecieron la redención constitucional; él prefirió la dictadura militar. Fue rey burlador de políticos y conquistador de damas. De sus "capitalistas" recibía diezmos por constitución de sociedades. Tal era su capital exterior, que durante su exilio se calcula bien que vivió y digirió sobre los cuarenta millones de euros de hoy.

Ninguna de las dos Repúblicas llegó en su momento. La Primera, debió haber llegado en octubre de 1868, cuando se consolidó la Gloriosa Revolución. El general Prim lo impidió. "¡Borbones, nunca más!", gritaba; pero no creía que los españoles estuvieran formados para vivir felizmente en un régimen republicano, "sobra falsa piedad y falta verdadera conciencia de ciudadanía; y faltan instrucción y capital para instalar la industria y transformar la propiedad y el campo"...

La Segunda, debió llegar, como tarde en 1923, cuando el desdichado XIII trajo en su lugar ¡la dictadura militar!. Y don Melquíades creyendo que en aquel setiembre iba para Presidente del Consejo..., ¡ni del Club de Regatas!...

Y ahora, cuando es flor de desasosiego y corrupción todo el país; cuando en tremendos hedores se pierden los aromas de todas las flores, incluidas las de lis, algunos esperamos la llegada de la Tercera República, que ha de venir, es seguro que vendrá, aunque tarde, como cabo o tabla de salvación para que "podamos" salir de estas aguas turbias en que nos ahogamos un poco la hora de cada hora, y nadando en ellas, queriendo salir a flote, consumimos fuerzas, esperanzas y días...

Vemos cómo se arruinan los corrales que "otros" nos levantaron en 1975, para que el rebaño no quedara sin techo de apariencia legal y sólida a la muerte de su señor y caudillo.

Llegue la Tercera cuando llegue, debió haber llegado el 20 de noviembre de 1975. Estos 41 años de más oscuridades que luces, de más vergüenzas que honras, nos han traído hasta este punto de desconcierto, enfrentamiento, desesperanza y vergüenza que ahora sufrimos. Miseria material y ruina moral, honras y vidas sin reparar, nos contemplan. Los viejos partidos y los nuevos partidos, se enredan, bailan y retuercen, no por la ciudadanía y su bienestar, sino por la conquista del poder. Trono y altar, uniformes y dalmáticas en rigodón, o en tango a media luz... Pueblo frente a los profesores del libro de la ciencia política, o sea del Poder.

Hoy no se combate por el bien común o por la "patria" (que se decía entonces); se combate y se engaña por el poder: para alcanzarlo, asegurarlo, ampliarlo cada día... Unos, "negociando". Otros, "azorrando".

Llegue cuando llegue, la Tercera República Española llegará tarde. ¡Ah, si el actual monarca siguiera el desinteresado ejemplo de don Amadeo, cuánto nos ahorraría!

Y que ninguno/a de Asturias se preocupe por el futuro de los Premios Príncipe o Princesa..., que podrán sustituirse sin menos cabo con otros que podría bautizarse como Premios General Riego adscritos a la Presidencia de la República.

Serenos y alegres; valientes y osados, aguardemos que llegue el momento feliz, pronto y en paz.

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