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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Equivocaciones y apariencias

Lo que pasa cuando la ciudadanía es víctima de abusos

Todo presagia que ahí para finales de junio habrá de nuevo elecciones generales. Habremos asistido así a la legislatura más corta de de este periodo constitucional español; y sin formación de gobierno que valga. La causa está en que los atomizados resultados de las lecciones del 20 de diciembre pasado han hecho, a, parecer, imposibles los pertinentes acuerdos o coaliciones de gobierno. En este sentido, demasiados comentaristas realizan un análisis a todas luces tendencioso y equivocado según el cual la responsabilidad es de las formaciones políticas que no han logrado ponerse de acuerdo para proporcionar un gobierno a la nación. Sin embargo, en todo caso, la responsabilidad es de los electores que han votado como han creído más oportuno: en ninguna papeleta se añadía la coletilla "para que forme coalición de gobierno con?"

Esto de echar la culpa a los partidos de no formar coaliciones de gobierno es un fenómeno bastante hipócrita porque, si obligatorio fuera que se pusieran de acuerdo para conseguir un gobierno, no tendría sentido su propia existencia. Podemos hablar a errores o aciertos de los estrategas de las fuerzas políticas, de afectos y desafectos, de preferencias de votos o del "sursum corda", pero no de por dónde se han inclinado las preferencias de los electores. Luego si alguien tiene la responsabilidad última somos los propios votantes. Lo otro, echar la culpa a los partidos políticos por no ponerse de acuerdo indica una tendencia más bien fascistoide, de partido único, de inutilidad de la democracia. Otros indicios hay que van en este sentido, como por ejemplo escandalizarse por el "enorme gasto" que significa una nueva convocatoria electoral a pocos meses de la anterior. La inconsecuencia de los mismos que de esta forma se expresan alcanza los límites del ridículo cuando dicen admirar a países, pongamos como ejemplo a Suiza, donde cada dos por tres se organiza un referéndum para dilucidar cualquier cuestión, en ocasiones nimia. ¿En qué quedamos?

Aquí, nuestra caritativa cirujana, a la sazón incompetente primera autoridad municipal, enseguida se le llena la boca, y no le van a la zaga algunos de sus más distinguidos turiferarios, mentando los deseos ciudadanos e incluso organizando consultas por Internet, de acceso bastante dificultoso, por cierto. Este tipo de consultas por parte de las administraciones públicas tienen el valor de un sondeo, pero nunca el de una votación hecha y derecha. El motivo es simple, no todos los ciudadanos tienen acceso a las nuevas tecnologías o se manejan adecuadamente con ellas y, por tanto, no todos están en las mismas condiciones. Hasta la Agencia Tributaria, que últimamente tiende a que muchos de sus trámites sean solamente telemáticos, establece unos periodos para hacer las correspondientes declaraciones o tramitaciones de forma presencial para aquellos que no se arreglen adecuadamente con las computadoras. Una cosa, por tanto, facilitar la vida a una cada vez mayor proporción de la población y otra que, en el orden a la participación ciudadana, existan gentes de primera o segunda categoría.

Esto de las consultas municipales telemáticas es una muestra más del despotismo ilustrado y falsamente populista del moriyonato municipal. Hay ejemplos más graves, como por ejemplo el ya reconocido error de las subvenciones para restauración de edificios en manzanas degradadas. A los inútiles señoritos del Foro casquista ni tan siquiera se les pasó por la imaginación que las subvenciones de marras podrían significar en un año o dos la desgracia económica para personas de modestísima economía. Primero fueron uno o dos casos, después, el número aumentó y, al final, se convirtió en un problema de complicada solución cuya respuesta se ha tenido que poner en manos de los correspondientes servicios jurídicos, primero para que no vuelva a suceder y, segundo, para solucionar los entuertos que ya han tenido lugar.

La cosa fue removida por los vecinos y los socialistas, porque, la derecha, cuando gobierna, nunca tiene en cuenta ni se pone en el lugar de quienes más lo necesitan. ¿Y los de Podemos? Pues a lo suyo: a chinchar en general y la inquina contra todo lo que huela a PSOE y, de paso, a facilitar las cosas a la derecha, salvo cuando el clamor crece y ya no les queda más remedio que adoptar posturas que parezcan de rabiosa izquierda.

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