La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Profesor de Geografía e Historia

Los buenos y los malos

Maquillaje en vez de crítica constructiva para mejorar la enseñanza

Otras elecciones generales, si el resultado en junio es parecido al de diciembre, ¿habrá gobierno nacional pactado, o tendremos que volver a votar en otoño por tercera vez en menos de un año? Como cada campaña electoral casi todos los partidos hablan de consensuar la ley básica de enseñanza mientras sigue el lío educativo. Fin de curso con gobiernos autonómicos eludiendo las reválidas impuestas por la ley central. Lo de la reválida deriva pintoresco, resulta que el gobierno central actual por una parte reconoce que no va a revalidar nada, pero por otra parte porfía que es necesaria. Si no va a servir este curso para la nota, ni promoción ni titulación de alumnos, ¿entonces qué necesidad hay de hacerla? Y si la ley dice que hay que hacerla, ¿puede permitirse que cada comunidad autónoma la haga o de hecho no la haga a capricho ideológico? Tampoco se aborda el poder estudiar en español en España. El truco está en llamarlo castellano, como que no es la lengua común sino solo la lengua de Castilla. La falacia está en equiparar la lengua propia autonómica como lengua exclusiva regional, cuando por ejemplo los habitantes de Galicia tienen como lenguas propias tanto la lengua común nacional, el español -originario de Castilla La Vieja-, como la lengua regional, el gallego. ¿Se imaginan defender como progresista, en la era de las telecomunicaciones, que en Bretaña no se pudiera estudiar en francés, o en Gales no se pudiera estudiar en inglés? La función de las lenguas es facilitar la comunicación, no crear barreras entre las personas.

Dicen que desaparece la PAU (antes, Selectividad), sustituida por la reválida de 2º de Bachillerato, pero resulta que en más de un 90% son lo mismo, y en cualquier caso se desconoce en general su utilidad. Entonces, ¿qué es lo que cambia y qué se gana con el cambio? La Selectividad tenía sentido con la llegada a la universidad de la generación de los años 60, de alta natalidad en la década del desarrollismo franquista, cuando había muchos más candidatos a universitarios que puestos escolares, a pesar del gran aumento de estos. Es evidente que en un aula donde caben 100 no pueden estar tomando apuntes 300. Y más evidente aún que el aprendizaje debe ser práctico, pues para tener apuntes fiables es más útil y rigurosa la fotocopiadora que el dictado rápido en un aula masificada. Hoy en día el problema es el contrario. Con la gran caída de la natalidad la cuestión, sobre todo en facultades de Letras, es que faltan alumnos y sobran puestos, ¿qué necesidad hay entonces de seleccionar al alumnado? Y para facultades con exceso de demanda en realidad solo tendría sentido seleccionar al alumnado por contenidos relacionados con la carrera a cursar. En el caso de Asturias cabe otra pregunta: ¿por qué se ha construido un campus en Mieres para 6.000 alumnos, donde solo hay 1.600? ¿Y por qué no hay campus universitario en Avilés? Además de ser la tercera ciudad regional, entre Avilés y Castrillón suman unos 100.000 habitantes. También antes o después habrá que ir sustituyendo los libros por las tabletas electrónicas.

Pensando en septiembre, con gobierno o sin él, ¿habrá perspectivas de modelo educativo estable? ¿Qué legalidad vigente habrá en materia de reválidas los siguientes cursos? ¿Habrá Estatuto Docente Nacional para premiar al profesorado, de manera transparente y objetiva, según su dedicación y actualización? ¿Podrán los alumnos elegir itinerarios formativos según sus intereses y capacidades? Preocupados en si hablar de competencias a adquirir, contenidos mínimos, criterios de evaluación, concreciones curriculares, estándares de aprendizaje o indicadores de no se sabe qué, tendremos a la vista otra forma de reforma de la reforma, para consensuar que no consensuamos. Pero el fondo es más simple, al cabo el asunto es qué tienen que aprender y como se fomenta el aprendizaje, desde la igualdad de oportunidades, a través del mérito. Enzarzarse en imponer la igualdad de resultados solo puede hacerse igualando por abajo, puesto que los apáticos, vagos o lentos nunca alcanzarán el mismo nivel de los interesados, trabajadores o rápidos, es decir llevando la enseñanza a la mediocridad y el estancamiento. Decir que lo justo es la igualdad de resultados es absurdo. Lo justo es premiar a cada cual en función de su mérito. Entretanto, ahí nos tienen mareando la perdiz con las consignas a la moda retórica, y la burocracia redundante y ridícula, pero ya saben la lección para este 26 de junio, esto demuestra que los nuestros son los buenos, gobiernen bien o mal, y los otros son los malos, malísimos.

Compartir el artículo

stats