Al día siguiente de las segundas elecciones del curso parece claro que la ruta que ha de recorrer Mariano Rajoy para formar Gobierno es más complicada que una etapa alpina del inminente Tour de Francia. El político gallego, superviviente eterno de la batalla política orgánica, externa, interna, nacional, autonómica o local, ha reclamado, con razón, su derecho a gobernar, pero los supuestos apoyos que necesita para consolidar su victoria del domingo ya han anunciado que de ninguna manera lo votarán. Pedro Sánchez y Albert Rivera, dos de los tres derrotados en las urnas, anuncian sin querer unas terceras elecciones allá para la próxima Navidad. Los diputados de Rajoy no dan para la mayoría necesaria, por lo que la negociación va a ser dura y complicada, en la que cada uno esconderá sus cartas hasta el borde del precipicio, que no es otro que una hipotética vuelta a las urnas, algo que casi nadie desea. ¿O no?