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Alejandro Ortea

Entre humo y niebla

La coartada de las decisiones basadas en supuestos criterios estrictamente técnicos

Con la niebla instalada sobre la costa de la villa marinera y la ausencia de cualquier soplo de brisa, ya se sabía que la tan cacareada noche de los fuegos iba a ser de unos artificios de luminosa pólvora de riguroso incógnito. Y lo esperado, se cumplió inexorablemente. Sí, hubo años de poco viento y humo, pero hay que remontarse a muy atrás para recordar la conjunción de la bruma y la humareda de las explosiones. La caritativa cirujana, a la sazón primera autoridad, dijo al salir de misa que ella no es quien para aplazar el lanzamiento de los fuegos artificiales porque no es técnica en pirotecnia. ¡Menuda primera autoridad! Y menudo concejal de Festejos. Entre los dos, no valen para tomar una decisión de sentido común. ¿A qué técnicos pirotécnicos habrá consultado la alcaldesa? Porque si son los contratistas encargados de lanzarlos, lo que quieren es quitarse el bolo de en medio cuanto antes y cobrar lo antes posible. Entre los fenómenos meteorológicos y la ineptitud del gobierno municipal, la noche de los fuegos fue la historia de una densa nube de humo de la que salían leves resplandores pálidamente coloreados. El ruido, muy bien, como siempre. Un fiasco en toda regla, fruto de la conjunción de variadas circunstancias desgraciadas, con parte de responsabilidad humana; aunque alguna humana se declare irresponsable del fiasco por no ser técnica pirotécnica.

Estos mandamases de Foro que tenemos incrustados en nuestro pueblo son proclives a colocar pantallas de niebla y humo delante de los asuntos. He ahí, sin ir más lejos, el concurso público para la redacción del plan urbanístico, muy criticado por los socialistas por lo que consideran su "falta de limpieza y de control municipal", la del concurso para la redacción del PGO, claro. La primera autoridad también se "tecnifica" en esto. Nada advirtieron los técnicos, nadie avisó de nada, luego todo está bien. ¡Qué mujer! Si todo queda al albur de los técnicos, ¿para qué la instancia política? No hay técnico que sea el encargado de avisar de parentescos entre calificadores y calificados en procesos concursales, en los que entre otros se diriman y puntúen criterios subjetivos. Pero ahí sí entra la sensibilidad política y, claro, la ética de quien no se inhibe de formar parte de un tribunal si existe alguna relación de parentesco con los calificados. Para los actuales gobernantes del ayuntamiento, todo son criterios técnicos: ellos no hacen política, sus decisiones son, al parecer, asépticas. Tanto que, por poner, ahí tenemos a unas cuantas familias del barrio de Portuarios fastidiadas por simples cuestiones técnicas.

Ya está descubierto el secreto de la alcaldesa y sus adláteres: la cortina de humo en el corto plazo sobre cualquier acontecer que se muestre mínimamente polémico, conflictivo o incluso socialmente injusto. Para el largo, ya aparecerá algún manto de niebla que ponga el remate al asunto. Así, aunque ocultos y arrumbados en el desván se acumulan las trastadas políticas y sociales y ya vendrán otros detrás que lo limpien y lo ordenen. Si todas las decisiones son cosas técnicas, ¿para qué gobernantes? La actitud que muestran estos fenómenos tiene peligrosas connotaciones antidemocráticas. No se trata que las decisiones se tomen a tontas y a locas, sin ser informadas técnicamente, pero todos sabemos que hay opciones, que las soluciones aportadas por los expertos ofrecen alternativas, que ningún funcionario, asesor o perito en cualquier materia no ofrece un abanico de posibilidades.

Tomemos los fuegos que no se vieron y que costaron unas decenas de miles de euros: dicen los munícipes responsables que aplazarlos un día habría tenido un coste de diez mil machacantes. Parece un cantidad exagerada y no contrastada, pero, dándola por buena, hubiera sido un ahorro, porque con la decisión de dispararlos entre la bruma y sin un mínimo movimiento del aire se perdió todo: no hubo espectáculo y hubo que pagarlo enterito. Y como esta muestra de incompetencia, tantas otras. ¡Qué "jaimitadas" hace esta gente tan rara! Así va nuestro pueblo.

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