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Gijón, bandera y blasón

El origen del escudo de la villa y sus emblemas

El escudo de la villa de Gijón, su blasón, tiene un origen arcano, misterioso, que lo sitúa siglos atrás representado en la figura de un soldado asturromano en Cimadevilla -al estilo de la estela del signifer asturromano Pintaius (s. I) conservado en el Museo de Bonn (Alemania)- que aparece referenciado, entre otras, en contestación a una circular del Ministerio de Fomento en 1876 en la que se ordenaba al Gobernador Civil recabar de los Ayuntamientos de la Provincia una copia de los sellos de todas clases que hayan existido en las municipalidades y estas actualmente. Entonces apareció la de una posible antigua heráldica gijonesa descrita como un legionario romano de los tiempos del Imperio; y para evitar este anacronismo se habría sustituido en el trascurso del tiempo el guerrero con el capacete (casco) y la vestimenta propia de los godos en la figura representada, tal como se armaban para acudir a la guerra; y de ahí, subsiguientemente, se derivaría en la que se tuvo como la de la figura del Rey Pelayo al estilo del de la época de la Reconquista (s. VIII).

Mantenida durante años y años en el escudo de Gijón la imagen cambiante del Rey Pelayo, en una controversia secular en la que han tomado parte los pareceres desde Tirso de Avilés, pasando por Toribio Morán Lavandera, José Caveda Mata y Ciriaco Miguel Vigil. Hasta que el gran hombre de la Ilustración española Melchor Gaspar de Jovellanos fue el que aclaró lo siguiente en una carta dirigida al síndico del Ayuntamiento de Gijón, Tomás Menéndez Jove, el 13 de diciembre de 1.783: "...porque el modelo no es don Pelayo, sino de un hombre armado, donde la tradición del vulgo, lo ha transformado en el Infante Pelayo...porque de este error de la tradición ha nacido el de olvidar el que la Villa tiene un escudo propio de armas...por mas que el vulgo no lo mire como tal; por lo mismo es preciso conservar esta posesión, y no confundirla". Estas frases de Jovellanos son las que parecen señalar como el del verídico blasón de la Villa de Gijón en la gran figura histórica del Infante Alfonso Enríquez de Trastamara, I Conde de Gijón, armado Conde de Trastamara en Santiago de Compostela, y por herencia de Álvarez de las Asturias, Conde de Noreña. Hijo, hermano y tio de rey, nacido en el que fue su bastión gijonés en Cimadevilla; intervino en su época en diversas contiendas internacionales en los reinos de Castilla, Portugal, Francia e Inglaterra. La última de los Trastamara en Castilla fue la hija de los Reyes Católicos, Juana la Loca, casada con Felipe de Habsburgo, el Hermoso, que supuso la consiguiente entronización en España de "los Austrias".

No hay duda de que el auténtico blasón de Gijón es la figura que representa al Infante Alfonso Enríquez y no a la de un denominado Infante Pelayo. Ya que Pelayo fue rey, elegido de la manera visigoda por aclamación entre la "princeps"; y sus ropajes iconográficos en los que aparece son los propios del s. VIII; y los escudos gijoneses aparecen timbrados con una corona cerrada propia real, y con la espada hacia abajo en tiempos de paz. Sin embargo, el Infante Alfonso Enríquez aparece con armadura completa y yelmo propios de su tiempo (s. XIV) y en su blasón timbrado con una corona condal y con la espada hacia arriba, levantado en armas, propio de estar en guerra; es decir, en la trascendental Guerra de Sucesión de la Casa de Trastamara que tuvo como epicentro Gijón. A cuyo final se creó para el sucesor de la Corona, el título de realengo de Príncipe de Asturias en Enrique III y su esposa Catalina de Gante, hija del Duque de Lancaster.

Ahora bien, aclarado en lo anterior la representación heráldica de Gijón en un guerrero medieval, se siguió utilizando por la municipalidad local la figura que se tenía como representante de la del Rey Pelayo -aunque como hemos vista no era tal- La Corporación encargó en el año 1950 al artista Iván Fernández Candoso la recreación de un nuevo escudo de la ciudad; el artista se inspiró, a tal fin, en el cuadro de carácter épico- historicista de Luis Madrazo y Kuntz "Don Pelayo en Covadonga", realizado en lienzo en el año 1.855 y que en la actualidad se encuentra en el Museo del Prado, Madrid. Si bien los actuales Alcaldes constitucionales han mantenido el viejo escudo de Alfonso Enríquez de Trastamara, I Conde de Gijón, en las placas del callejero en Cimadevilla y otros lugares históricos de la ciudad.

La bandera de Gijón, al igual que ha sucedido en otras ciudades del Cantábrico, como Bilbao, tiene su origen en el Real Decreto del Gobierno de la Nación, de 30 de Julio de 1845, que asignaba la Provincia Marítima al Puerto gijonés. Dicha bandera debía ser blanca, rectangular y ribeteada en rojo, de un ancho equivalente al quinto del largo de la bandera. Su utilización legal está actualmente amparada en el Título V, Cap. I, art. 64 del Reglamento de Organización, Funcionamiento y Régimen Jurídico del Ayuntamiento de Gijón, del 10 de septiembre de 2004. Por extensión los colores blanco y rojo asignados a la matrícula marítima, se han venido utilizando popularmente a muchas actividades representativas de Gijón, sobre todo en clubes deportivos tan emblemáticos de la ciudad como Real Club de Regatas, Real Grupo de Cultura Covadonga, Real Club de Tenis, Real Club de Golf y Real Sporting de Gijón SAD. Pero, como habría dicho Jovellanos, no debemos olvidarnos nunca del gran gijonés Alfonso Enríquez de Trastamara, primer Conde de Gijón.

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