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Crítica / Arte

Homenaje a Alejandro Mieres

Dos plantas del Barjola para repasar la trayectoria artística del reciente medalla de plata de Asturias

Este homenaje a Alejandro Mieres Bustillo (Astudillo, Palencia, 1927) lleva el título de uno de sus haikus. (El haiku es un poema de origen japonés con tres versos libres de 5, 7 y 5 sílabas). Y viene a coincidir con la concesión el 3 de agosto de 2016 de la medalla de plata del Gobierno del Principado de Asturias, por una obra de gran fuerza y talento, en diálogo con la experiencia vital del artista y compromiso con la sociedad que le ha tocado vivir.

La muestra se ubica en el Museo Barjola, y ocupa dos plantas. En la primera tenemos 27 cuadros figurativos, que van de los años 1944 a 1955. La mayoría de ellos provienen de las colecciones del Museo de Bellas Artes de Asturias y la Universidad de Oviedo. Van luego 10 tintas del tema las flores de Shangri-La, colección Familia Mieres. (Shangri-La es un valle gobernado con moderación en el Himalaya por monjes budistas, refugio descrito por el británico James Hilton en su novela "Horizontes perdidos" (1933). Fue tan popular en su tiempo que el presidente Roosevelt dio este nombre en 1942 a la residencia que Eisenhower llamaría Camp David. Shangri-La es la utopía de un mundo sabio, justo y pacífico, mitad cristiano mitad budista, con el que sueña Alejandro Mieres). Hay también en esta primera planta dos vitrinas, una con catálogos de exposiciones y textos sobre el artista. Destacan antiguas exposiciones en Madrid, la Galería Altamira de Gijón (1967), tres catálogos de color verde con haikus y el folleto de Jesús Villa Pastur, titulado "Alejandro Mieres. Ensayo Crítico Biográfico", Cajastur, 1981. En la otra, una serie de fotos personales. Todas ellas tienen valor histórico y biográfico. Vemos al joven Mieres en la Escuela de Orientación Profesional de Madrid (1945), donde practicó talleres de ajuste, carpintería, cerrajería y forja, aprendizajes que se reflejarán en futuras obras. En 1942 se matriculó en la "Escuela ABC" de enseñanza por correspondencia y en 1946 entra en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoció a una compañera de estudios, Rosa María Velilla, luego su esposa. Llaman la atención las numerosas fotografías en que Mieres aparece con artistas del Principado, a partir de su llegada a la cátedra de dibujo del Instituto Jovellanos en 1960, proveniente del Instituto Laboral y Técnico de Elche (Alicante), un centro docente de interesante historia. Estas fotos, con Bernardo Sanjurjo, Fernando Alba, José María Navascués, Marola, Fernando Magdaleno, María Antonia Salomé, Manuel Arenas, Rubio Camín, Nicanor Piñole y otros, algunas tomadas en El Sotanín del coleccionista y abogado José Ramón Ibaseta, demuestran el aprecio que le tenían y le tienen sus compañeros de profesión y el liderazgo de Alejandro Mieres, fundador del Grupo "Astur-71" y presidente de la "Asociación de Artistas Visuales de Asturias" (2000).

En la segunda planta tenemos 21 obras, la mayoría de buen tamaño, a la pasta de óleo, casi todas propiedad de la Familia Mieres, Y un vídeo en que Alejandro Mieres habla de la pintura. Parlamentos breves, que cualquiera que haya hablado del tema con el pintor le habrá escuchado. ¿Por qué pinta un pintor? La motivación es la misma en el pintor de las cuevas de Altamira o en el pintor de hoy. El pintor, el escritor, el poeta o el músico, cada uno en su lenguaje propio, intenta explicar el mundo caótico y asombroso en el que vive, un mundo como el de hoy que nos tiene muy confundidos. El arte es espejo de la realidad. La pintura significa libertad, el pintor pone los colores como los siente y quiere verlos.

Repasamos diversos modos de pintar de Alejandro Mieres. Primero los dibujos, para comprobar cómo el pintor domina tanto el dibujo al claroscuro tradicional, como el de línea volumétrica continua o el de superficie de negro sobre blanco. Ejemplos: "Estudio de anatomía" (1947), "Pensante" (1950) y "Figuras" (1955). Luego la serie de cuadros figurativos, a base de manchas de color en los fondos y en los personajes, mitad vestidos mitad desnudos, con cierta influencia picassiana. Ejemplo: "Lectura" (1949-50). El retrato de su mujer Rosa (1950), madre de sus siete hijos, a la manera "fauve" de Matisse y Deraín, un gran logro. Y original, porque está de perfil y los "fauves" componían colores a ambos lados de la cara. No volvió Alejandro Mieres a cultivar este tipo de obras figurativas a partir de mediados de los años 50. Son sus trabajos menos conocidos. Luego las tintas sobre papel, que en cuanto a materia están en las antípodas de sus obras a base de pasta de óleo. Las tintas, como las flores mismas, arrancan del centro y conforman un espacio más o menos circular, con enorme variedad de formas geométricas y colores. No todas son de la serie Shangri-La, de cuyo nombre ya hemos hablado.

Por último, los relieves a la pasta de óleo. La prepara en su finca del Alto de la Madera, donde plantó 300 árboles, vertiendo óleo sobre papeles de periódico que absorben el aceite. Esa pasta la extiende sobre chapas de madera de ocumen y la trabaja con gubias, espátulas dentadas, llanas de albañil, bujardas para conseguir granulados, y otras herramientas. Obras monocromas, pues la diversidad de colores supondría un elemento de composición añadido, no congruente con la nitidez de la propuesta. Ya que Mieres quiere trabajar con la luz, manejarla, ponerla, quitarla, graduarla. A veces añade e incrusta en la tabla un objeto que sirva de referencia explícita y organice la composición. Así en "Nacimiento de Venus II" o en "Monóxido de carbono", el gas que mata dulcemente, como indica su calavera central. En la exposición de Van Dyck, diciembre 2012, le dije al pintor que aún se siente castellano, pues sus colores casan con los verdes de la primavera, los dorados de antes de la siega, los surcos del arado. Y sigue prefiriendo el azul celeste al azul marino. Alejandro Mieres sonrió ante este comentario. Estamos ante obras en el límite entre pintura y escultura, tan figurativos como abstractos. Los títulos, explícitos y actuales, como "Río Astura", "Fukushima", "Incendio provocado". Otras sobras sin título parecen configurar planos de ciudades en nuevos planetas. Son los que a mí más me gustan. Según el artista, estos cuadros a la pasta de óleo se limpian con agua de arriba abajo, enjugada suavemente con paños, sin frotar. Y luego a secar al sol. Si los cuadros estuvieron cierto tiempo en penumbra, hay que exponerlos durante días al sol, hasta que recuperen su verdadero color. Alejandro Mieres ha trabajado sin parar toda la vida. Quien tenga que hacer un catálogo razonado de su obra, que se lo tome con calma.

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