El paisaje urbano de una ciudad como Gijón está formado por muchas personas, muchos rincones y muchos detalles que hacen la vida reconocible y agradable. La crisis ha ido provocando cambios más profundos de los habituales, sobre todo en el pequeño comercio local, víctima de la dura competencia de las grandes firmas, que juegan con la ventaja de ser eso, grandes. Un día sales a la calle y descubres que un local de negocio ha cerrado por jubilación de sus propietarios, con lo cual te quedas con un escaparate menos del que disfrutar. Más allá otro comercio ha cerrado harto su dueño de los impuestos y de las inspecciones municipales, tal como denuncia en carteles colocados en los cristales de cierre. Y así la ciudad va viendo cómo hay bajas en un paisaje urbano, que gana nuevas iniciativas privadas basadas en ilusiones y esfuerzos juveniles. La impresión general es que en Gijón se han producido más bajas que altas en ese paisaje.