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Otra maldita tarde de domingo

El hombre idiota y la mujer manipuladora ; y viceversa

Reflexión a la luz de un anuncio televisivo que demuestra que la estupidez humana nunca pasa de moda

Hay un anuncio en televisión que demuestra que el tiempo de la estupidez nunca pasa de moda. Consiste en la visita de una pareja muy tierna a la casa de los suegros. El hombre y la mujer (dato importante, siempre la heterosexualidad como espejo) se encuentran en la cocina, cuando ella se detiene en la figura del padre. Tiene una gran barriga, y descuidado y feliz, abre con una gran sonrisa la nevera. Aparece una voz en off: "Le conociste e imaginaste una vida con él, con una casa con hijos, con un perro... y ahora que ves a su padre, también con una barriga". La mujer pasa de la figura del suegro a la de su pareja, aún delgado: no quiere que acabe como él. Así que la voz en off (su conciencia) le recomienda que le cuide "sin que se dé cuenta". Y le ofrece un producto bajo en grasa.

Nada más verlo me asaltaron dos cuestiones: "¿Qué hubiera ocurrido si es el marido quien obliga a la mujer a adelgazar?" y "¿Qué tipo de pareja se está fomentando en pleno siglo XXI?" Nuestro anuncio nos está diciendo que un hombre debe adelgazar con mentiras (y no parece tener muchas luces, ya que es ella la que le prepara el plato a él) y nadie dice nada. Pero se resuelve cuando encuentro el vídeo con la situación inversa (he tenido que buscarlo en Internet, ya que se emite con más frecuencia el primero) y es el hombre quien cuida la figura de su novia sin que ella se dé cuenta. De este modo, ambos son manipuladores. Lo que nos lleva a la segunda cuestión, a la influencia de quiénes somos ante lo que escribimos, porque no es nada sencillo llegar a ser publicista de una primera marca comercial. Nos lleva a por qué el hombre es idiota y la mujer manipuladora, y viceversa; a por qué la solución es huir del diálogo y propugnar la mentira. Mientras, el mensaje aparece en televisión a todas horas. Y educa en el peor de los sentidos.

El hecho de que anuncios de este tipo ocurran y nadie se rebele me parece, cuanto menos, significativo. Más aún (y más allá del malestar que supone hacia ambos sexos), me pregunto si no estamos aquí para crear ciudadanos, si no es la función del artista convertir un mundo llano en puntos directos hacia el examen. La pregunta es quién modifica todo esto, cuando el mensaje ya se ha lanzado y vulnerado la capacidad crítica del cliente. Y si la marca es consciente de todo esto. Si quien lo ha escrito habla con su pareja de respeto, de cómo ser mejor uno mismo para hacer mejor a quien tienes a tu lado. Si ha comprendido el error de ignorar una vida: la suya.

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