Las cifras que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre la realidad económica y social de Gijón confirman la impresión que tenemos de la ciudad quienes vivimos en ella. Son unas cifras, además, de difícil, muy difícil, cambio. Gijón está en el pelotón de cabeza de las ciudades españolas con menor tasa de ocupación, algo normal si se tiene en cuenta la pirámide poblacional que desvela que más de un cuarto de los habitantes de esta urbe tiene más de 65 años, edad en la que ya se trabaja poco. Lo preocupante de las cifras que ofrece el INE no reside en la comparación con ciudades cercanas, pongamos que hablamos de Oviedo, como pretenden algunos responsables municipales que apelan a la población funcionarial capitalina. Lo preocupante es la cifra general de una actividad económica gijonesa lánguida, con escasa capacidad competitiva. Ahí está la clave.
