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Nuevo espacio para las finanzas

Cuando los bancos se esfuerzan más en evitar el fracaso que en conseguir el éxito

Mi querido amigo: me dices que mi pensamiento sobre el futuro del último escrito se te hace común, especialmente cuando trata de transformar los senderos de la incertidumbre en reflejos transparentes a través de la bola de cristal.

Cada día estoy y por lo que comentas, estamos los dos más convencidos de que el futuro será distinto, aunque cierto, porque existe. Incluso opinas con matices diferenciadores que la humanidad, con la única dependencia de un chip, permitirá que afloren los valores humanos y así se conseguirá que el talento de las personas se redirija hacia el bienestar en el planeta.

Sin duda alguna, la voluntad y la razón vuelven a estar en esa lucha desgarrada como en el pensamiento de Ortega. Te confieso que tengo la esperanza de que esa voluntad que el corazón demanda triunfe en esta nueva sociedad que deseamos, especialmente tras los acontecimientos que avanzan progresivamente sin que nuestros gobernantes pongan tope a los desmanes que se destapan. El fin está cerca, porque la sociedad civil ya no es inerte. Se ha hartado y ya no está dispuesta a condonar favores en promesas por injusticias latentes.

Me decía hace unos días un gran y muy admirado amigo común, que esta sociedad está enferma, pues permite que se rescaten bancos con dinero público, mientras por el contrario, se permite hundir balsas con humanos en busca de libertad, subsistencia y mejor vida. Algo certero tiene este pensamiento, que alguien se apresura a tratar de demagógico, cuando ya se empieza a notar la desconfianza existente en la ciudadanía no poderosa contra las fuerzas que controlan las decisiones.

Tanto tú como yo, que hemos dedicado muchas horas al estudio y trabajo del sistema financiero, estamos viendo cómo se abre una nuevo ciclo en el mismo, quizá abocado a la desaparición del sistema monetario actual, para dar entrada a una nueva etapa, donde la riqueza se medirá por otros parámetros diferentes de los actuales, dirigidos hacia el bien común.

Acontecimientos recientes en el sistema financiero español, como reflejo del existente en otros países, confirman nuestro pensamiento de cambio. Hay entidades de crédito en la actualidad en boga de comentarios y decisiones no habituales con anterioridad. Mucho se ha escrito y comentado recientemente sobre una entidad concreta cuya cúpula dirigente tenía la bendición de un segmento religioso muy anclado en un inmovilismo espiritual. Incluso se puede seguir hablando en un futuro de ella, su comprador, accionistas, empleados, consejeros, presidentes y otros responsables propios y ajenos a dicha entidad. También se está hablando de otras entidades en situación similar o de riesgo teórico de incluirse en situaciones de vigilancia y o de coeficientes de riesgo similares.

Me preguntas, querido amigo, por mi versión de las causas. Te diré, que de todas las causas que he visto recogidas en los abundantes medios de comunicación y especialmente de los especialistas y analíticos como consecuencia directa de la desaparición de un banco a velocidad de crucero, todas pueden tener parte de razón, tanto quienes incluyen a los responsables directos en la gestión como en quienes debieron haber tenido el control, como en los políticos que han podido servir de puente, como en todos los supuestos y posibilidades que han podido provocar el deterioro que ha llegado a las consecuencias conocidas, entre las que destacan la morosidad y su artificiera ingeniería para evitar su aparición contable, los gestores responsables tanto antes como después del cambio de presidencia última, el propio mercado, la evolución de los tipos de interés, la desinversión de sectores estratégicos, la falta de vigilancia interna y externa, la globalización y sus consecuencias, la eutanasia del propio éxito, el deterioro de la información a la clientela y especialmente el engaño en sus propuestas de inversión. Pues bien, querido amigo, ninguna de ellas me parece causa determinante final, aunque sí en conjunto el sumatorio de ellas pueda llevar al traste una gestión con suspensos sucesivos de asignaturas y salvados los cursos (o los balances consolidados en este caso) quién sabe por qué razón que se me escapa del pensamiento técnico.

Ningún actor del sistema, tanto interno del propio banco como de la parte del control externo, ha querido tener en cuenta la táctica de Siegmund Warburg (el banquero que inventó las principales técnicas de las finanzas actuales), quien dejó en sus memorias dicho que le inquietaba ante la posibilidad de que el éxito provocase una parálisis en su banco. Temía que sus cuadros se esforzaran más por evitar el fracaso que por conseguir el éxito y sobre todo era conocedor de que ser grande es el precio del éxito, porque el crecimiento no dominado permite que se acepten demasiados clientes y con ello la calidad de servicio se puede resentir. Su permanente mensaje a sus colaboradores, que no empleados, era decirles que hay que saber rehusar negocios y pasárselos a otros, advirtiendo que cuando no se sabe decir que no, es la forma más directa de conocer que los esfuerzos van por mala dirección.

De ahí que toda crisis tenga su contrapartida de oportunidad. Y así, donde un banco quiebra, se presenta la oportunidad para otro, que quizá con otras técnicas y con estrategias más acorde a los nuevos tiempos, tratará de hacer negocio en el flanco donde los anteriores gestores no han sabido hacerlo.

Bienvenida la creatividad, la dinamización, la calidad, la búsqueda de oportunidades y especialmente la innovación permanente para no caer en la muerte por el éxito. La oportunidad del talento cambiante, sin lugar a dudas dará paso al esperado y deseado futuro innovador, que no permite siestas. Ahí nos esperan las criptomonedas ya en camino, aunque requieran algún proceso de adecuación. ¿Amenaza, oportunidad? El tiempo será testigo, pero no admite esperas.

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