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Alimañas

Alarmante panorama de violencias múltiples y ruptura de la convivencia

Vengo de ahogar mis penas en los pinchos del X Campeonato de Gijón y ahora busco refugio en el cine por arrobas del FICX. Es verdad que las pantallas son una ventana indiscreta a los dramas de la vida cotidiana y las tragedias del mundo, pero la narrativa de la ficción actúa como una burbuja protectora. Al otro lado de ella, el mundo parece poblado de alimañas.

Imposible sustraerse a lo que ya sabíamos y ahora sucede alrededor del juicio a los cinco jóvenes acusados de violar en grupo a una chica en San Fermín. El juez ha decidido -criterios procesales habrá- qué admite y qué no como prueba. El resultado de ello es la pérdida de contexto de cómo estos individuos organizaban sus salidas pertrechados con drogas para cazar "gordas" de las que abusar. Y, al mismo tiempo, el análisis concienzudo -ése sí- de la cara de la víctima en el vídeo de los hechos por si se atisba placer o resistencia. También se disecciona cómo fue su vida después.

El foco, al menos donde se juzga lo ocurrido, se ha desplazado de los acusados a la víctima. Ha pasado tantas veces? Pero henos de nuevo aquí, en un caso tan brutal y alarmante, debatiendo sobre lo que haría o no haría nunca una mujer violada, escribiendo el código de conducta de la perfecta mancillada: dolor y retraimiento. Como en La Casa de Bernarda Alba, todas bajo un mar de luto y vírgenes. Un mensaje envenenado a las mujeres y a los delincuentes sexuales.

A uno de los miembros de la tristemente famosa Manada se le detuvo en Gijón al menos en dos ocasiones por participar en trifulcas de ultras en partidos de Liga. Y es que todas las violencias se conectan. Por poner otro ejemplo, estoy convencida de que si el Seprona identifica a las alimañas que despeñaron a un jabalí en la Ruta del Cares, saldrá un pasado de violencias múltiples. Algunas pequeñas, insidiosas, de las que vuelan bajo el radar del Código Penal, y otras de juzgado de guardia, como ésta.

Lo dicen todos los expertos, el violento con los animales está a un paso de la violencia con las personas. Así que conviene pararle, no allanarle el camino. Además, por supuesto, de hacer justicia con el animal violentado. También queda demostrado, tanto con la manada de San Fermín como con la del Cares, que la violencia gusta de las turbas: si alguien flaquea tiene otro a su lado para indicarle el camino. Qué cerca tenemos la vivencia de Germán, víctima de una agresión explosiva, caprichosa.

Esta sensación de desamparo y vulnerabilidad ante el acecho de la violencia convertida en un monstruo de mil cabezas, también me llega cuando constato la ruptura de la convivencia cívica. Pasó en el País Vasco y ahora ese ambiente opresivo se empieza a respirar en Cataluña. Precisamente Gijón recibe en su 55 edición del FICX a Isabel Coixet, galardonada con el premio Mujer de Cine 2017. Llega acongojada por lo que está viviendo en su tierra donde, por primera vez en su vida, la insultan en la calle por decir lo que piensa. Es una libertad que ha ejercido toda su vida pero esta vez parte de sus conciudadanos la ha sentenciado.

Hace unos días, durante la participación de Coixet en la Seminci de Valladolid, su director, Javier Angulo, relataba cómo al verla apesadumbrada se la llevó de vinos por la ciudad y le contó su experiencia en el País Vasco. Le aconsejó que pusiera tierra de por medio durante un tiempo. Consejo sabio, no digo que no, quizás yo le diría lo mismo pero al escucharlo se me encogió el corazón.

La huida como salida. Para evitar ser diana de la violencia: no estar, no decir, no ir, no exponerse? A mí hoy el mundo me parece una selva plagada de alimañas.

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