La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tormenta de ideas

El amor también mata

Reflexiones sobre el "caso Diana Quer" y la actitud de la mujer del presunto asesino

Sigo sin entender a esta justicia nuestra. Cada vez entiendo más la alegoría de los ojos cerrados, porque hay tantas tantas veces que es ciega y sorda que sería mucho mejor que fuera también muda en muchas ocasiones. No puedo entender cómo la mujer de un asesino, que sabe que lo es, esté en la calle y nadie la juzgue como encubridora. Lo he visto un montón de veces. Ese amor patológico que hace que dependan de una forma enfermiza de la persona que aman o que creen amar, hasta el punto de que aunque le estén probando que ha abusado de su hija, o que ha asesinado o violado, ellas sigan creyendo en su inocencia, o al menos eso es lo que nos quieren demostrar.

Lo he vuelto a ver en la resolución del caso de Diana Quer. La mujer de su asesino sabía que algo pasaba. Su propia hermana había sido violada y por supuesto ella no la creyó, o al menos siguió con él como si nada hubiera pasado, rompiendo el lazo fraternal con la hermana que había sido atacada cuando era menor de edad, con solo 17 años. El depredador consiguió que se separara de su hermana gemela cuando esta denunció la violación, que luego y por presión familiar tuvo que retirar, y mientras ella huía del pueblo como una apestada, su cuñado volvía con su mujer tras la prisión preventiva. Y es que ella, Rosario, ya había sido abducida por un hombre que la encandiló con tan solo 15 años, en el que encontró el refugio que no tenía en su casa. Y es que el amor, ese amor devastador, la cegó hasta el punto de saber que estaba siendo investigado por la desaparición de la chica y darle la coartada necesaria para que nadie le acusara, para poder seguir a su lado, sabiendo en lo más hondo de su alma que ese hombre que vivía con ella, es supuestamente autor no solo de la muerte de Diana, sino posiblemente de muchas otras desapariciones... El último, el intento de secuestro como el que llevó a su detención. ¿Y ella no lo sabía? ¿Es posible que alguien duerma junto a una bestia como él y no sea consciente con tantos indicios? ¿Que no capte determinadas señales que son inequívocas? Pero sé que esto es lo que sucede tan a menudo en muchas mujeres manipuladas y secuestradas emocionalmente por sus parejas y ya no me sorprende. Ella, Rosario, su mujer, tiene una niña de 10 años a quien ya han destrozado la vida. Son demasiadas vidas rotas: la hermana, Diana, y quién sabe cuántas más...

Y es entonces cuando me pregunto qué justicia es esta que la deja libre sin cargos, porque el señor juez dictamina en su auto que, "aunque tal conducta podría resultar moralmente reprobable, habiendo entorpecido notablemente la investigación policial, dificultando el esclarecimiento de los hechos y la identificación de su presunto autor, lo cierto es que nuestro legislador ha establecido expresamente la atipicidad de dicha conducta, estableciéndose en el artículo 454 del Código Penal que están exentos de pena los encubridores que lo sean de sus cónyuges". Que Dios nos libre de esta justicia, y sobre todo que nos libre del amor viciado, patológico, encadenado, que hace a las mujeres esclavas del hombre que las domina y que se convierten en lo único importante de su vida, pasando por hijos, hermanos, chicas violadas o cualquier otra atrocidad. Porque, diga lo que diga el señor juez, Rosario, su mujer, es una clara encubridora, culpable de no haber creído a su hermana, lo que quizás hubiera salvado la vida de Diana. Por eso esta clase de amor, que no es desgraciadamente tan infrecuente como vemos tantas veces en las mujeres maltratadas, ese amor también mata.

Compartir el artículo

stats