La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ante odio, muerte y venganza: mesura, cordura y templanza

En defensa de los derechos humanos, tan pisoteados en tantas partes del planeta

En memoria del talento Forges; la revista del informe anual de Amnistía Internacional le rinde homenaje reproduciendo un gráfico en donde dos personas que caminan juntas por la calle, una, le pregunta a la otra: "¿Has leído el informe de Amnistía Internacional?". La otra, contesta: "No; lo he sollozado".

Las personas que creen y defienden los derechos humanos van de sollozo en sollozo viendo la espiral de odio, intransigencia y venganza que se eleva en la sociedad en que vivimos derivado de los lamentables y no deseados episodios de muerte de jóvenes y de los susceptibles a la violencia machista acontecidos en el país donde, una vez más, mediática y políticamente, por intereses propios y por estímulo de tactismo político, se ha influido en crear una brecha social alimentada por la retórica del miedo, odio y sed de venganza, en lugar, de apostar por un discurso apaciguador donde la mesura y concordia se imponga como lógica susceptible a pensar que las personas valen más que sus peores actos (expresión ésta atribuible a la monja católica Helen Prejean).

Afortunadamente, siempre hay excepciones como la de Helen Prejean que se inclinan por el perdón sin dejarse arrastrar por la marabunta social. El mensaje de cordura, ternura y concordia protagonizado días pasados por una madre almeriense destrozada por la muerte de su hijo, nos tiene que enternecer y llenar de esperanza, para combatir tanto el odio y la venganza así como rebajar el grado de crispación en carne viva acaecido en la calle como si un resorte criminal se apoderara de nuestras mentes. Fue obvio que las redes sociales y programas televisivos jugaron también un papel desafortunado.

La austeridad en clave de Derechos Humanos nos indica que aún hay muchas cuentas pendientes para su erradicación. Se siguen constatando ataques al derecho de libertad de expresión y al derecho de reunión pacífica tanto en el ámbito legislativo como, en algunos casos, en la práctica policial. Alzar la voz se ha vuelto cada vez más peligroso y se daña el derecho a la información.

Lamentablemente la cadena de violencia se remonta a la prehistoria, la más primitiva etapa de la edad de piedra, y nos persigue hasta la fecha aunque, por supuesto, cambiando de forma. Desde aquella época hacia acá los hombres la han ejercido sobre sus semejantes. Violencia entre clanes, entre pueblos, entre naciones, entre Estados y, de manera más cercana, entre nuestros vecinos, se ha venido consumiendo y aún se consume como fuente de desagravio, adversidad, brutalidad e intransigencia en este mundo moderno, gradualmente formado y socialmente civilizado que nos ocupa.

Las cifras de muerte de la prehistoria eran ya de por si escalofriantes. Está probado que una tercera parte de la población moría asesinada, eso supone, que otra tercera parte era asesina. Manteniendo esa variable constante, somos descendientes de los que sobrevivieron y se reprodujeron antes de morir, a la edad que fuera. Por tanto, si por un momento, sólo por un momento, siendo realistas tenemos que asumir que en nuestros genes tenemos parte tanto de los que perecieron asesinados como de los que asesinaron.

Así que podríamos decir que estamos atrapados en una cápsula del tiempo en donde el grado de muerte, odio y violencia se ha ido acelerando o desacelerando hasta el punto que nos resulta difícil pensar con razonamiento y cordura. Ahora esa máquina del tiempo nos ha traído hasta aquí consumiendo etapas, periodos de enfriamiento y calentamientos de capas materiales terrenales y cerebrales como signos más significativos de lo que fuimos, lo que somos o pretendemos ser en cuanto a defender los derechos humanos y vidas humanas sin odio, sin venganza y sin crispación.

No dejemos que la mediocridad, que es triste, de poco mérito, contagiosa y enfermiza, intoxique los derechos humanos en un mundo proclive a la tolerancia, la igualdad, la libertad y el derecho a la vida. El derecho a la vida tiene su propia lógica aunque no siempre coincida con la lógica de los hombres.

Compartir el artículo

stats