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Aldeanismo global

Retos posibles más allá de las disputas locales por el grado de Actividad Física y Deporte

Los ataques agudos de localismo como el que viven Gijón y Mieres, en disputa por la sede del grado Actividad Física y Deporte de la Universidad de Oviedo, suelen dejar un impacto colateral a corto y medio plazo que no compensa a nadie, ni siquiera a la ciudad finalmente "ganadora".

Dejará un resentimiento que amenaza la buena sintonía histórica entre Gijón y Mieres, y seguirá en peligro el ya eternamente aplazado proyecto de área metropolitana u otras fórmulas de la tan necesaria coordinación intermunicipal. Pero, además, todo ello entorpece la visión de conjunto de nuestro futuro como territorio, como si el objeto codiciado fuera el único posible.

No hay nada como una buena "Pint of science" -esa iniciativa de la Asociación de Divulgación Científica de Asturias y la Fundación Municipal de Cultura- para poner el gran angular sobre unas cuantas carencias en la coordinación entre administraciones así como algunas necesidades formativas en profesiones de nuevo cuño, bien distintas a la clásica y muy honorable Educación Física. Hay mundo más allá.

En la edición de este año, por ejemplo, pudimos escuchar -pinta de cerveza en mano- en El Patio de la Favorita, a Pablo Román, especialista del Instituto de Medicina Oncológica y Molecular de Asturias, describiendo de forma muy elocuente los pequeños reinos de taifas en los que se han convertido las bases de datos biomédicos de pacientes de la sanidad española. Digamos que hay diecisiete islotes, uno por cada comunidad autónoma; eso sin entrar en las dificultades de comunicación entre hospitales de un mismo territorio.

Es decir, caminamos hacia la atomización cuando la clave está en el valor de toda esa información, eso sí, convertida en anónima. Se puede trabajar con ella en investigación médica y farmacéutica puesto que ofrece una panorámica completísima del estado de salud de toda una población, con su histórico, sus oscilaciones y sus múltiples posibilidades de segmentación por sexo, edad, patologías?

Existe un proyecto comunitario que, bajo el sugerente nombre de Elixir, trata de articular una infraestructura de datos biomédicos en Europa. España se incorporó a esa red en 2015 aunque aún tiene que resolver dos escollos de significativo calado. Uno es la coordinación territorial para que la información desprovista de datos personales pueda fluir, compartirse y utilizarse con fines médicos. El segundo es disponer de expertos en el procesamiento integral y seguro de esa catarata de terabytes que son el soporte de la información.

Así que no sólo necesitamos entendernos sino que también conviene formar a quienes van a desentrañar la información que consigamos reunir una vez superados localismos, territorialismos y otros ismos de terruño. Habrían de ser expertos en Big data, disciplina para la cual todavía no disponemos en nuestro país de titulación o especialización.

Pablo Román puso el ejemplo de un estado pequeño y discreto como Estonia que, sin embargo, se ha tomado muy en serio este asunto y no sólo ha creado una red avanzada de datos biomédicos sino que forma a sus propios expertos, algunos de los cuales son demandados fuera de sus fronteras desde entidades públicas y privadas.

Quienes escuchábamos a Román -niñas y niños incluidos, que le captaron a la primera- nos hicimos cuentas de los trenes que nos vamos perdiendo sin saberlo y soñamos con aquellos a los que aún nos podremos subir. Nuevos retos para nuestras universidades, administraciones y políticos. Eso sí, siempre y cuando seamos capaces de superar esta epidemia del milenio, el aldeanismo global.

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