La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un viaje inolvidable

Una escapada a Londres con un nieto de 9 años y su madre como regalo de primera comunión

He realizado muchos viajes en mi vida porque soy una viajera empedernida y casi todo me gusta y me interesa. Además me gusta conocer a la gente en su salsa. Saber cómo son, cómo suena su idioma, cómo viven. No soy una turista de echar a correr, sin perderme una iglesia, ni un monumento; soy pausada y tranquila, prefiero ver menos cosas pero bien. Bueno, pues de todos esos viajes, cuando ya creí que se me habían acabado, he tenido la suerte de disfrutar del mejor.

Uno de mis maravillosos nietos, Lucas, de 9 años, hace la primera comunión. Le preguntamos qué regalo quería, algo que le gustara mucho pues nos íbamos a unir todos, abuelos, tíos, primos para regalarle algo bueno. Dijo que quería ir a Londres y visitar el British Museum. Yo casi me muero de la emoción, pues soy la causante de su afición a la historia y le cuento historias de todos los pueblos de la Antigüedad, Egipto es uno de sus favoritos, aunque cuando fuimos al Británico le gustaron más los frisos griegos, pues yo creo que las momias le dieron algo de asco y miedo.

Pues a Londres nos fuimos cinco días, mi hija Ainhoa, su madre, Lucas y yo. Todo salió de maravilla, el hotel estupendo y bastante céntrico, no tenía salones rimbombantes pero la habitación era estupenda y el desayuno fantástico. Los empleados encantadores, había alguno español. La ubicación del hotel era estupenda, al lado del "London eye" y muy cerca de Westminster Bridge.

Yo estaba un poco asustada porque me muevo con poca facilidad, me canso mucho y ando con un bastón pero todo se solucionó gracias a mi hija y mi nieto, que me llevaban los bártulos y me esperaban. Lucas me cogía de la mano para ayudarme, todo el tiempo pendiente de mí. Afortunadamente en todos los museos hay sillas de ruedas a disposición de las ancianas renqueantes como yo y Lucas me llevaba, me paraba en todos los sitios que quería y me colocaba cerca de los letreros. Una manera estupenda de visitar un museo porque es tan cansado que a la mitad abandonas. Lucas estaba excitado, emocionado. Le gustaron mucho los zigurat asirios, repetía el código de Hamurabi, le encantaron las esculturas romanas, pero sobre todo lo griego. No creo que lo olvide nunca. Luego fuimos a la juguetería Hamley en Regent St, yo acabé sentándome en una silla en una esquina porque Lucas no quería perderse nada de los cinco pisos y yo estaba molida.

Encontré Londres muy cambiado, esencialmente lo mismo, pero algunos sitios remodelados y mejorados, aunque como siempre un caos. Esa ciudad que es un crisol de gentes de todos los países y todos los colores, sigue igual en ese sentido a cómo yo la recordaba. Turistas por todas parte, un tráfico imposible. Los taxistas dando la vuelta en medio de una calle sin preocuparse por nada, parando donde les da la gana. Todos los días había calles cortadas con lo que el lío era monumental. Un día tardamos dos horas en autobús para recorrer una distancia insignificante. Quizás se debía a experimentos para preparar el trayecto de la Boda Real del Principe Henry -o Harry, como le llama todo el mundo- y Meghan Markle. Ya había muchas banderas adornando las calles y grandes fotos de los futuros esposos. En esta boda se aprecia el terrible cambio que se ha producido en las costumbres, reglas y exigencias de la Familia Real inglesa, con la Reina Isabel a la cabeza. Parecía imposible que Inglaterra aceptara que el Príncipe Harry, en quinto lugar para ocupar el trono, se casara con una americana, divorciada, plebeya y afroamericana.

También que la relación comenzara en una cita a ciegas. Lo pasaron muy mal al principio, pero su amor era tan fuerte y Megan una joven inteligente, discreta y guapa que empezó conquistando el apoyo del Principe Carlos, padre de Harry, y de Camila, su mujer ; y a continuación de la Reina Isabel y el resto de la familia. De hecho la Reina Isabel reunió a la prensa y les comunicó exactamente que el Príncipe Harry se casaba con una americana, actriz y afroamericana, que era estupenda y estaban todos encantados.

El resto del viaje fue estupendo, estuvimos en el Museo de Ciencias, donde a Lucas le fascinó la demostración del terremoto. Luego estuvimos en el Victoria and Albert Museum, Lucas ya me llevaba la silla con tal maestría que disfrutábamos los dos con todo. Hubo varias amenazas de atentados pero la verdad es que la gente parecía bastante tranquila y nosotros también, con las correspondientes colas para enseñarlo todo, pero ninguna señal de inquietud.

Al final, la vuelta a casa, con pena, no creo que lo olvidaremos nunca y a Lucas le abrió un montón de posibilidades y le abrió los ojos al mundo.

Compartir el artículo

stats