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Necrológica | Párroco de San Pedro

Luciano, la silenciosa constancia pastoral

Adiós al cura que destacó por su entrega a las parroquias de su tierra natal, en Barres y Figueras

Al recibir el 10 de enero, la noticia de la muerte de Luciano, cura jubilado de Barres y Figueras, me vino a la mente y al corazón la figura de San José que contemplamos estos días navidad en el misterio y en las escenas del nacimiento de Jesús. Como él, trabajó con silencioso tesón y constancia, en las distintas y parroquias en las que estuvo a lo largo de los cincuenta y nueve años de sacerdote. Era el hermano menor, veinte años menor, del entrañable y mítico don José el de Villallana, en Lena, donde estuvo más cincuenta años y que murió en 1998. Contaba Luciano que cuando su hermano cantó la primera misa, el 3 de mayo de 1942, tenía él ocho años y que le ayudó como monaguillo; fue entonces el momento en que sintió la llamada de su vocación sacerdotal. Oriundo de Piñera, una de las parroquias pertenecientes al municipio de Castropol, tierra de abundantes y señeras vocaciones, donde había nacido el 12 de febrero de 1934, fue al seminario que además le quedaba muy cercano.

En los primeros años de la posguerra, Donlebún y Tapia fueron los lugares elegidos como residencias y colegios para los niños que comenzaban los estudios de la carrera sacerdotal, entre otras razones porque en aquella zona fértil y generosa podían conseguirse alimentos, aunque fueran escasos, para sostenerlos y alimentarlos.

Luciano recibió la ordenación sacerdotal el 22 de marzo de 1958 y la primera etapa de su trabajo estuvo dedicada a la pastoral rural, primero en Obona de Tineo, luego en San Martín de Oscos y por último en Hevia y Santa Marina de Siero. Fueron los tiempos fuertes, espléndidos y comprometidos del Movimiento de la Acción Católica de la JARC y San Félix de Hevia, parroquia en la estuvo doce años, era como el epicentro e instituto de iniciativas de una evangelización específica y significativa que llevaba consigo, como algo que pertenecía a su esencia, la promoción y la dignificación de los labradores y el reconocimiento de sus derechos laborales y sindicales. En esta lucha y entrega Luciano se dejó mucha vida, muchos momentos difíciles unos, los más, y de satisfacción otros, muchos silencios, muchos esfuerzos compartidos con jóvenes militantes que abrieron caminos para un nuevo status del campo astur.

La segunda larga etapa de su ministerio la vive ya en su tierra natal, en las parroquias de Barres y Figueras. Han sido aquí treinta y un años, pero en la misma tónica de entrega, servicio, disponibilidad, bondad. Era persona de pocas palabras, en tono menor, salpicadas a veces por una sonrisa, pero atinadas, sensatas, nobles y fundamentadas en el testimonio de la bondad y sencillez de su vida. Compañero leal que se vio reconocido eligiéndolo en más de una ocasión para la responsabilidad del arciprestazgo.

Como hombre del campo, su vida fue sembrar en tiempo y campos clementes e inclementes, con la esperanza que la tierra con el rocío y la lluvia del cielo daría su fruto. He visto en internet una fotografía de la estampa-recordatorio de su primera misa el día 15 de junio de 1954 en Castropol, en el precioso antiguo templo de esa parroquia que alfombra con arte singular sus calles marineras para la procesión del Corpus, en la que pone como lema de su sacerdocio esta frase de San Juan: "Yo os elegí para que vayáis y deis fruto". El de Luciano fue abundante, llena carros y barcos.

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