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Ordenar la calle

La necesidad de conciliar el deseo de los hosteleros de colocar terrazas con el paseo ciudadano

Pasear por Cudillero, Puerto de Vega, Castropol o cualquiera de las localidades costeras de la zona es un acto placentero que buscan los visitantes, ya sean estos ocasionales o habituales. Además del paseo es de lo más habitual tomarse una cerveza o una sidra en una de las muchas terrazas que se encuentran a cada paso.

Las terrazas y su variada fisonomía es el primer impacto visual que sobresale y sorprende sobre la panorámica general en estos pueblos de ambiente marinero. Las hay lindas, con mobiliario seleccionado y cómodo, y las hay de mal gusto que más se asemejan a gallineros o recintos para la cría de conejos. Las hay instaladas en un terreno espacioso y las hay que ocupan las aceras en su totalidad.

Ahora, cuando el verano ya se aproxima y las temperaturas invitan a salir, es el tiempo en que los empresarios hosteleros ven en la prolongación de sus terrazas un aumento del número de clientes y un incremento en sus ingresos, por eso se convierte en habitual ver cómo los espacios públicos ocupados por mesas y sillas crece y crece. Cuando la expansión de las terrazas se convierte en desmesurada e incontrolada, choca con los intereses y derechos de los ciudadanos, impidiendo el tránsito normal de los viandantes, especialmente agravado si se trata de vehículos para minusválidos o carritos de bebés.

La mesura y el recto proceder lo deben poner las autoridades locales, pero estas se muestran incapaces de negar un permiso por no verse involucrados en los comentarios que se dan habitualmente a los lados de las barras de los bares. El dueño de un bar, un café o un restaurante se arregla, con la habilidad que le dan sus años de experiencia, o aprovechando el signo político del momento, para conseguir el consentimiento de la deseada instalación.

Las terrazas allá donde existan han cumplir unos requisitos básicos. Han de permitir el discurrir normal de las personas, contar con un mobiliario propio de exteriores y con un mínimo de elegancia y que no pierdan su carácter de móviles y de temporada.

Ayuntamientos y responsables de establecimientos de hostelería han de ponerse de acuerdo en un ordenamiento racional de las terrazas para bien de la comunidad. Quien no sea capaz de adaptarse a una norma sensata que se dedique a otra cosa.

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