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Ya no es mi banco

Sobre la evolución de los servicios bancarios y la atención a los clientes

Hubo un tiempo en el que la Caja de Ahorros de Asturias era algo nuestro. Así lo sentíamos.

Era muy habitual que ya desde niños se nos abriera una cuenta. La hucha que nos entregaban era todo un reto para ver si éramos capaces de llenarla y en cuánto tiempo. Creo recordar que hubo unos cupones con una cartilla que se convertían en dinero al completarla.

La Caja de Ahorros de Asturias se creó en 1946 con la fusión del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Oviedo -constituido en 1880- y la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Gijón -fundada en 1939 y cuyo origen se remontaba a 1929-. En sus orígenes se consideraba una institución benéfica social. Entre sus objetivos se encontraban el estimular el ahorro y la realización de obras sociales, culturales o de utilidad pública. Dicho de otra forma, nació como una institución sin ánimo de lucro, con finalidad social y con un ámbito territorial muy definido: Asturias.

Eran otros tiempos, desde luego.

La Asamblea General estuvo formada por 300 consejeros que actuaban en representación de los impositores, corporaciones municipales, empleados de la entidad y Junta General del Principado de Asturias. Entre todos ellos la finiquitaron en 2011, cuando se constituyó Liberbank.

Eran otros tiempos, sin duda.

A partir de la década de los ochenta del siglo pasado, muchas decisiones en la entidad bancaria fueron tomadas por políticos. Estoy seguro de que no es necesario recordar cómo se nombraba a su presidente.

A los dirigentes de nuestro banco les parecía poca cosa regentar una caja de ahorros y quisieron jugar en la división de honor.

Mala, muy mala decisión para los ciudadanos.

Olvidaron su finalidad, adecuándose a la realidad del momento, se expandieron a lo loco y se pusieron a competir con la banca privada en desventaja.

Los resultados están a la vista.

Hoy Liberbank no lo sentimos como algo nuestro. Todo lo contrario. Los trabajadores están hasta el gorro -perdón por la cursilería- y los ciudadanos, perplejos y enfadados.

En algunos momentos abrieron sucursales a montones -incluso por alcaldadas-; hoy las cierran a destajo. Las ventilan por criterios de rentabilidad económica -más beneficios- a costa de un peor servicio.

Reitero que muchísimos impositores lo somos de siempre. Miles de asturianos nos vinculamos a la Caja desde que nacimos y ahí seguimos -no sé por cuánto tiempo-. Pequeños ahorradores, pensionistas, autónomos, corporaciones locales eran, somos, sus clientes. Se han olvidado de nosotros.

Miren, hace unos días tuve que realizar unas operaciones en Liberbank en Gijón. Me dirigí a la situada en el paseo de Begoña. Estaba hasta arriba de usuarios. Solo una caja. Una media hora de espera. Eso sí, una persona -ajena a la entidad- nos podía asesorar para utilizar el cajero automático.

Tuve que acercarme a otra oficina, en este caso en la avenida Schultz; allí había dos cajas abiertas al público. Unos veinte minutos de espera. Había gestores, en las dos sucursales, pero la mayoría de las personas estaban para la caja.

En ambas sucursales las protestas eran las mismas: la falta de consideración del banco con los clientes. Nadie entendía cómo determinadas sucursales se habían quedado reducidas a unos cajeros automáticos. La respuesta era siempre la misma: para ahorrar.

Paralelamente, los sufridos trabajadores tienen que soportar las quejas. Sabemos que no tienen la culpa, pero todos descargamos en ellos.

A principios de año, Liberbank nos anunciará unos buenos resultados económicos. No se preocupen, no mencionarán el descontento de los clientes. Pues sepan que existe y que va en aumento.

Quieren que nos pasemos a la banca electrónica, que gestionemos nuestros asuntos sin entender que muchas personas no lo pueden hacer. No me olvido de que nos cobran por todos los servicios que nos prestan y de que a un pequeño ahorrador no le dan ni un céntimo de interés por sus ahorros.

Lo siento, pero ya no es mi banco.

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