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A sus pies, Mendoza

Leer el discurso brillante de Eduardo Mendoza recogiendo su merecido Premio Cervantes debería hacernos reflexionar. Manda narices la ausencia del presidente del Gobierno. Y sí, vale, ya sé que a don Mariano lo de la prosa con humor no le va mucho, pero hay veces que hay que estar, y Mendoza lo merece. Y no sólo por ser uno de los grandes, por mucho que él se sienta un "convidado", sino porque el autor barcelonés supo volver a despertarnos a todos con su discurso las ganas de volver a abrir la obra cervantina y releerla una vez más o leerla la primera vez. Nos hizo darnos cuenta de que la verdadera maravilla de la obra de Cervantes está en la complicidad que se crea entre el autor y el lector y que lo de menos es que si Don Quijote está o no está loco. Ahí está la gracia. Qué grande, Mendoza.

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