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Anleo

Un pueblo próspero y singular

El académico Emilio Alarcos utilizaba sus chanzas filólogas/fonéticas para soltar Anleoó, con una fuerte y aguda impostada pronunciación francesa que le permitía unirlo a Reny Picot urdiendo la ensoñación de un Francisco Rodríguez y su iniciativa industrial como si fuera un Astérix de bata blanca, enfermero de quesos, leches y mantequillas.

Anleo, por la benéfica ebullición de ideas del apañado joven cangués, que llegó allí mediado el pasado siglo, es desde años ha, un pueblo próspero y singular, mixtura de tradición campesina y vanguardia innovadora. En ese panorama resulta de un punto conmovedor leer el libro de mi gran amigo, melómano, Justo García Fernández, introducido por Servando Fernández Méndez, cronista oficial naviego. Repasando este simpar documento, las fotografías de los caseríos y familias, te explicas mejor por qué en Anleo hubo previamente admirable comunidad pujante, fortalecida en su propia historia secular.

Alguna razón debía de haber para que el Castillo tuviera esa impresionante planta histórica, que hoy ha permitido al arquitecto José Carlos Fernández del Rey una rehabilitación tan recuperadora en su antiguo pasado con la envoltura contemporánea y ese testimonio pictórico del gran observador del siglo XX, que se llamó, y con Anleo será siempre ya, Álvaro Delgado.

Alarcos Llorach se habría emocionado con este libro, como yo mismo constatando que el legendario pueblo de Anleo tiene esta magnífica presentación que, como en el libro sagrado de la Humanidad, se llama "pueblo escogido". ¡Y tanto!

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