Mucho se está hablando del área metropolitana, un imaginario órgano que sería capaz de articular políticas sectoriales con visión supramunicipal para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos del centro de Asturias. Se habla del Pacto de Siero, un principio de acuerdo entre los municipios más poblados y más ricos. Mucho protagonismo está asumiendo el consejero Fernando Lastra, lo que viene a demostrar sus intenciones de ser el próximo candidato regional de su partido.

Desde el Occidente nada se puede objetar. No cabe más que desear que los buenos deseos se cumplan. Si el vecino de al lado, y el otro, prosperan, no queda más que alegrarse, lo contrario es envidia malsana. Si Asturias avanza será bueno para todos, aunque el Occidente quede, una vez más, anclado en el olvido.

Pero siendo sincero, me atrevo a presagiar que todo quedará en agua de borrajas, en papel mojado, en sueños rotos. Pasado un año y pasadas las elecciones autonómicas habrán finalizado las pretensiones políticas de Fernando Lastra y todo el humo que se trata de vender.

Me alegraría un montón equivocarme y comprobar que regidores de distinto signo dejan a un lado sus visiones partidistas, superan los localismos históricos y ceden las competencias a favor de un organismo de nueva creación. Todos deberíamos alegrarnos por ello, también en el Occidente. Pero debemos exigir a aquellos que tienen su escaño en la calle Fruela el mismo tratamiento para las alas de la comunidad. Es cierto que somos muy pocos, pero tenemos nuestras necesidades.

Un vecino de Argame tiene el HUCA a 10 kilómetros, y además tiene el hospital de Mieres a 13 y el de Sama a 23, y los de Gijón y Avilés a 40. Por el contrario, un vecino de Pesoz emplea hora y media desde su casa al hospital de Jarrio.

Creo que optimizar el transporte público en el centro de la región es un objetivo deseable y posible. Una coordinación de las líneas urbanas de autobuses, las interurbanas, el ferrocarril de vía estrecha y los trenes de cercanías redundará en mejores servicios a los usuarios y en ahorro para las arcas públicas. Pero volvamos la vista hacia el Occidente, donde los exiguos servicios públicos de viajeros tienden a desaparecer.

Cualquier mejora ha de admitirse siendo prudentes con no reeditar un centralismo, un centralismo discriminador.