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¿Llegó la hora de refundar la Fiesta de las Piraguas?

El futuro del Sella y los últimos acontecimientos en torno al Descenso

Hace años, más de veinte, hice en prensa una leve crítica al Descenso del Sella (algo referente a su pérdida de esencia, creo) y Emilio Llamedo, ofendido, me dijo que me dedicara a la poesía. No descarto hacerlo cuando me llegue la musa, pero de momento seguiré escribiendo del Sella cuando me parezca conveniente, porque estoy convencido de que las Piraguas son de todos, no de un presidente, de un comité, de una federación o de unos políticos, por muchas responsabilidades que tengan en el Descenso, que las tienen. Debo añadir que Emilio hizo a tiempo las paces conmigo y nuestra amistad no sufrió menoscabo, aunque si yo pensaba entonces que a las Piraguas les faltaba algo, ahora creo que les falta aún más, pues también carecen de dirección y de directrices claras. No entiendo lo sucedido en el comité organizador, y me refiero a la dimisión del presidente y de varios directivos a la semana de haber sido elegidos. No entiendo que la razón esgrimida sea la falta de fuerza para presidir y la imposibilidad de formar una junta directiva, pues es de cajón que para presentarse a unas elecciones hay que ir arropado por una candidatura, un grupo de personas que después serán quienes formen la junta directiva.

No entiendo nada, así que no veo más opción que pensar que hay más cosas que las que se dicen, y la verdad es que tampoco me extraña que por detrás haya cualquier cosa, pues la transparencia en la gestión nunca fue la principal virtud de este organismo. Y tampoco entiendo, como resumen general de la cuestión, que algo tan importante como la organización del Sella recaiga en un club privado y cerrado, integrado por muy pocas personas y pegado a los intereses de una sola localidad, Arriondas. Es hora de que las cosas cambien radicalmente, pues con paños calientes no se van a resolver las cuestiones de fondo. Es hora de que la Federación y el Gobierno del Principado revisen su cómoda postura de ceder la maquinaria de la organización a un club privado, una entidad muy pequeña, muy débil, y que ha demostrado no estar a la altura de la empresa encomendada.

El presidente de la gestora que se hará cargo de enderezar el rumbo ha dicho que quieren transformar el comité en una fundación, y eso es síntoma de que son conscientes del agotamiento de la "fórmula Codis", algo evidente desde hace bastante tiempo. Pero no basta con convertir el comité en una fundación, pues podría suceder aquello tan lampedusiano de "cambiarlo todo para que nada cambie". De nada serviría cambiar la cáscara si no se actúa en la yema, y ahí es donde está el intríngulis, aunque no muestran mayor interés en ello porque requiere un trabajo en profundidad y sin improvisaciones. Naturalmente que hay que integrar en la organización a los Ayuntamientos ribereños, a la Administración, a la Federación, a los clubes de piragüismo, a las agrupaciones de selleros y al empresariado de la comarca, pues todos y cada uno tienen algo que decir y que hacer en el Sella si queremos que esta fiesta y esta prueba deportiva sobrevivan. Pero lo más importante que tienen que hacer quienes pretendan refundar el Descenso es darle vidilla a su alma, a ese espíritu sellero que siempre fue y que debe seguir siendo su razón de ser. Emilio Llamedo, aunque quería decir otra cosa con aquello de "dedicarse a la poesía", no andaba del todo desencaminado, pues si algo le falta ahora mismo al Sella es poesía, filosofía, literatura y sentido. No basta con organizar una prueba deportiva estupenda, que lo sigue siendo aunque en los últimos tiempos vaya a menos, sino que hay que vestirla con aquellas prendas que tuvo en sus orígenes y que fue perdiendo por el camino. Hay que volver al espíritu de Dionisio de la Huerta, estudiarlo, analizar su ideario olímpico, su filosofía de la libertad, su mensaje de tolerancia, su visión mitológica del río, su panteísmo lúdico, su espíritu fraternal, su fusión de fiesta y deporte y, por encima de todo, su entrega "apostólica" a la causa. Hay que estudiar a Dionisio, entenderlo y después actualizarlo, ponerlo al día, pues incluso las ideas envejecen. Qué buena oportunidad sería ese museo del que ahora se habla, sea con una sede o con dos, siempre y cuando no fueran solamente contenedores de objetos sino un centro de estudio al servicio de la supervivencia de las Piraguas.

En este tiempo de crisis hay que volver a las ideas de Dionisio, pues sólo en ellas hay tierra firme para intentar refundar un Sella tocado. Sin una filosofía detrás, y sin una decisión de difundirla, el Descenso será solamente una prueba deportiva y la Fiesta de las Piraguas será una vulgar jornada de botellón.

Ya sé que puede resultar enojoso proponer ir al meollo cuando hay urgencias por medio, pero a veces lo que parece un atajo nos lleva a un despeñadero.

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