Llegamos a Ritsona hace semana y media como voluntarios independientes. Nuestra intención era ayudar en la isla de Lesvos pero el acuerdo de la UE con Turquía y el cierre de fronteras nos llevó a un pequeño paraje a poco más de 100 kilómetros de Atenas.
A pocas horas de nuestra vuelta a España, tras estos intensos días de interacción en el campo de refugiados sólo puedo decir que fuimos creyendo que acudíamos cargados de cosas útiles para los refugiados pero volvemos con mucho más de lo que hemos dado. Ver a personas que lo han perdido todo haciendo gala de una generosidad tan poco usual en el denominado "Occidente" nos ha hecho reflexionar sobre el individualismo y la codicia que todo lo impregna en nuestra sociedad.
Qué profundo estupor sentirían nuestros gobernantes tras el "Acuerdo de la Vergüenza" si pasasen tan solo un día compartiendo vivencias con sirios, kurdos, iraquíes y afganos en nuestro Ritsona Camp. En efecto, nuestros gobernantes cierran fronteras pero somos las personas de a pie las que tenemos en nuestras manos generar una riada de solidaridad que las vuelva a abrir. El control del petróleo y el gas natural no pueden seguir siendo la punta de lanza de la política exterior de la UE.
Despojémonos de nuestros prejuicios, demos beneficio a la duda, concedamos una oportunidad al diferente, enriquezcamos nuestra visión al entremezclarnos con otras culturas tan distantes y cercanas a la vez. Y después, solo después, tomemos decisiones sobre qué hacer ante una de las mayores crisis humanitarias desde la Segunda Guerra Mundial.
Víctor Jara, poeta y cantautor chileno, dedicó una canción al pueblo vietnamita que tituló "El derecho de vivir en paz". El pueblo sirio se lo ha ganado con creces. En nuestras manos está su paz. No a la Guerra.
