Max Weber estará revolviéndose ufano en su tumba, gritando al altu la lleva: "¡Lo veis, yo tenía razón!". El autor de "La ética protestante y el 'espíritu' del capitalismo" sostenía que mientras en los países calvinistas ha calado el culto al trabajo (consecuencia lógica de la devoción por dioses infinitamente justos), en aquellos con poso católico u ortodoxo triunfa la picaresca y el "¡A vivir, que son dos días!" (es lo que traen los dioses infinitamente misericordiosos). De ahí que en Suiza el 77 por ciento de la ciudadanía haya dicho "no" a una renta básica de 2.200 euros al mes para todos los adultos residentes en el país y 570 para cada menor de 18 años ("están locos estos suizos", que diría Obélix). Imaginemos ese referéndum en un país capaz de cualquier cosa con tal de ahorrarse el IVA en una factura, en el que los hoteles no ganan para toallas, en el que todas las segundas residencias son "okupables", menos las mías... Pues eso.
