Cada ser humano tiene en su cabeza un universo, cuyo tamaño es directamente proporcional al de sus entendederas. Hay universos minúsculos, en los que hasta lo más nimio se magnifica, y universos mayúsculos, en los que el reto es no perder la perspectiva. De ahí que se haya rechazado, por ejemplo, eliminar pasos a nivel porque hubiera obligado a algunos vecinos a dar rodeos de cincuenta interminables metros, o que se haya luchado contra circunvalaciones por miedo a dejar de malvivir de los atascos. Esos casos requieren políticos con vastos universos en sus cabezas, capaces de ver más allá de cuatro miserables votos y del puñado de meses que dura un mandato, para enfrentarse a los fantasmas de los universos diminutos. Como hizo el socialista Alfredo García con la variante de Cangas de Onís, que le costó la Alcaldía, pero que cambió la ciudad para siempre. A mejor. A ver si aprenden otros.
