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Con sabor a guindas

Los recuerdos, ilusión del pasado

Sobre las etapas pasadas que se hacen multitud en el archivo de la vida

Ayer me desperté antes de mi hora normal y no dudé en levantarme rápido. Me aseo, me preparo un café y hago que el aroma invada mi hogar. Después, y antes de que el sol asome sus primeros rayos, ya estoy en mi habitual despacho. Me espera mi Olivetti, ya que toca terminar mi capítulo para mi último libro, que titulo "Recuerdos".

Les diré que el madrugar me relajó y me sentí a gusto conmigo mismo. Les confieso que siempre he tratado de fiarme de mis emociones con el firme deseo de ponerlas en práctica, ya que lo ideal es buscar ese equilibrio que mantenga nivelada la balanza de nuestro diario vivir, para seguir construyendo el presente y mejorar todo aquello en lo que estés implicado.

Sin embargo, hoy quería hablarles del pasado, de esos recuerdos que formaron parte, en el tiempo, de ese comportamiento privado e íntimo que fue también reflejo de nuestra vida pública. Esto me hace preguntar a las personas que me están leyendo cómo alimentáis vuestros recuerdos. Si están o no presentes, si han huido de puntillas y en silencio, si vuelven en ocasiones o se han ido para siempre de vuestro pensamiento.

Me gustaría saber por qué mares de vuestras vidas navegan, ya que cuando hablo con mis amistades el contrapunto aparece. Hay quien del pasado no quiere ni acordarse y quien en el recuerdo tiene el cimiento base de su vida. Servidor está entre estos.

Pienso así porque, a mi entender, el pasado es lo único que conocemos, el presente es esa circunstancia donde la veleta del tiempo aún no ha fijado su ruta y el futuro está por ver y quién sabe lo que nos deparará el destino.

Quizás estos pensamientos míos se deban a que a mi edad, ya avanzada, camino hacia esa meta que es obligada posada cuando el Dios de las alturas lo determine. Aunque, sinceramente, desde mi juventud siempre he tenido por las vivencias un especial respeto, me han interesado mi vida y la de mis antepasados.

Como parte importante he estudiado con cariño ese árbol familiar y profundizando en los archivos he llegado al año 1716, es decir, hasta el tatarabuelo de mi bisabuelo. Pueden creerme que he disfrutado conociendo las etapas de sus vidas que, sinceramente, me han servido de gran ejemplo.

Me hace todo esto preguntarme ¿qué seríamos sin nuestros recuerdos? Pienso que compartir con ellos todo su mundo interno, alegrías, tristezas, su forma de vivir... a mí particularmente, cuando me subo a ese tren del pasado todas las estaciones de su recorrido me hacen completamente feliz. En especial cuando observo, ya camino de la sexta generación, cómo aún sigue en marcha nuestro negocio de destilerías bajo la mirada de nuestros alambiques desde 1870, tanto por parte paterna como materna.

Todo este mi pensar que les cuento me hace entender y comprender con firmeza que los recuerdos son semilla y cosecha de los sentimientos. Son esas etapas pasadas que se hacen multitud en el archivo de la vida. En ocasiones los llamo y se me acercan ecos de cánticos lejanos con voces de consejos.

Yo los dejo ir y venir sin señales de tráfico que detengan ni controlen sus continuos movimientos. Recuerdos siempre, a veces los paro, otras los enciendo. Con ellos descanso y macha, parada y fonda de pasados tiempos. Luego, en la paciencia de su vivir, se hacen compañeros fieles, se dejan ver por la linterna oculta de su paz soñada. Así son, a mi entender, los recuerdos; unas veces les hablo, las más los observo, pero sinceramente yo no sé qué haría sin ellos como caminantes que son de mi futuro.

Os quiero, amigos, y ahí va mi tendida mano de amistad y afecto. Y les animo, también a Vds., a que se hagan acompañar de sus recuerdos. Me lo agradecerán.

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