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la columna del lector

Pedir una cita en el HUCA, misión imposible

Hace tiempo que he aprendido que, en esta vida, hasta las cosas más sencillas tienen su cierta dificultad, pero lo que no me podía imaginar es que algo aparentemente tan simple como pedir cita para una consulta de revisión en el HUCA pudiera representar la pérdida de casi una mañana y, aun así, sin poder lograr el objetivo. Era de esperar que, con medios más modernos y mejor organización, se hubiera dado fin a las interminables colas que se formaban en el viejo complejo hospitalario para el citado menester. La realidad, sin embargo, no parece confirmar lo que sería deseable, y parece ser que, una vez más, se ha vuelto a perder la oportunidad de resolver este enojoso asunto.

De forma cronológica y sucinta intentaré relatar mi experiencia, que, por otra parte, a la vista de las conversaciones que he tenido la posibilidad de mantener con otros usuarios no parece diferir mucho de lo que es más frecuente. Una vez perdida la paciencia intentando comunicar, sin éxito, durante dos días con los teléfonos que me habían facilitado para pedir la cita, decido acudir al HUCA para realizar personalmente esta delicada gestión. El martes día 14 de octubre, a las 10.20, me pongo a la cola del mostrador de información (planta -1), que, según indicación, era el lugar adecuado para solicitar lo que pretendía. A las 10.50, después de media hora de espera, y eso con suerte, porque a esa hora la cola había tomado proporciones alarmantes, por fin me llega el turno.

El primer problema se plantea cuando la empleada, ante mi solicitud, me indica que la cita que solicito (revisión del otorrino) deberá ser facilitada en un mostrador verde en la zona C de la planta 1. Llegado al lugar y encontrándome con el mostrador vacío, sólo con la presencia de una bata blanca colgada en la silla, me entero por otros usuarios, que ya llevaban un tiempo esperando, que parece ser que la empleada se había marchado a tomar un café. Estimando que el abandono del servicio no podría dilatarse demasiado, me dispuse a afrontar estoicamente esa nueva espera, mientras contemplaba cómo se iban incorporando nuevos pacientes con las mismas pretensiones. Después de unos 55 minutos, cuando ya los más impacientes habían decidido marcharse, entra la responsable de las citas, que, tranquilamente, después de, supongo, un "relaxing cup of café con leche", como diría la inefable Botella, conecta el ordenador y empieza su trabajo. Cuando llega mi turno y espero me facilite el día y hora de la cita que solicito, después de unos minutos de suspense, me dice que lo siente, que tienen la agenda cerrada y que tendré que solicitar la cita más adelante, facilitándome un número de teléfono, el mismo con el que tan infructuosamente lo había intentado días atrás. Me invadió una profunda sensación de impotencia y me sentí realmente timada. Había perdido prácticamente toda la mañana y me encontraba nuevamente en el punto de partida. Así, de esta manera, es imposible que un país funcione.

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