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Crítica / Teatro

Festín de vaginesil

Es indudable que cada espectáculo requiere su público, y el target de "Sofocos Plus" es el de la mujer madura, que es la que habitualmente acude a los teatros. De ahí que proliferen en la cartelera piezas como ésta y similares. En el caso de la tetralogía que nos ocupa -en la que, por cierto, no se han matado escogiendo títulos, "Sofocos", "Más que sofocos", "Resofocos" y "Sofocos Plus" (menudo reto intelectual imaginarse el siguiente)- encontró su destinatario ideal, agotando entradas en todas sus giras.

Ante este tipo de comedias conviene guardarse el ojo crítico en el bolsillo y dejar que el ojo vago se relaje y disfrute haciendo de las suyas. Pues se trata de un puro divertimento sin otras pretensiones, por más que algún enunciado pseudofeminista intente confundirnos. La menopausia y sus efectos colaterales están presentes en todos los sketches y números musicales, marcados por el humor desenfadado. Un viaje en tren de cuatro mujeres con perfiles muy distintos abre y cierra la función. Tras un comienzo flojo, el clima se va caldeando, hasta alcanzar momentos brillantes en cuadros como el de la conferencia sobre la sequedad vaginal, de Elisa Matilla, con su interpretación a lo terapia de alcohólicos anónimos, o el de la misma actriz como cajera de supermercado amargada y resentida, que trata de abrirle los ojos a una clienta perpleja (Fabiola Toledo).

También destaca el número de las limpiadoras, con una Ana Obregón, muy cómica y gamberra, en su debut teatral, mucho mejor que en el papel de prostituta choni cuyo acento andaluz se le atraviesa. Pero el clímax de la función llega con la mujer gallega en el ginecólogo que nos brinda Teté Delgado en estado de gracia, confidencial y explosiva, multiorgásmica deslumbrada por su doctor.

El espacio escénico, construido principalmente por proyecciones y un mobiliario mínimo, es el apropiado para crear un ambiente festivo. El vestuario no puede negar el inequívoco sello de Ágatha Ruiz de la Prada, con el rosa chicle, naranja y fucsia omnipresentes. La iluminación disco va acorde con las canciones de los 80 (Paloma San Basilio, Raffaella Carrà y Alaska) coreografiadas e interpretadas en playback por las actrices, arrastrando al público a participar con ganas. El holograma (o casi) de Carlos Sobera ejerce como maestro de ceremonias con moralina de mercadillo, introduciendo el divertido número musical de la despedida de los óvulos, para cerrar con la emblemática "Resistiré".

Las múltiples ovaciones confirmaron la satisfacción y el agrado de los espectadores.

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