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El vallenato, mundial y de Asturias (I)

El pediatra Eduardo Ramos, colombiano de nacimiento y ovetense de adopción, apasionado del vallenato, analiza en dos artículos, cuya primera entrega se publica hoy, la repercusión de la inclusión de la música tradicional de su país, muy popular en Asturias, en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco.

" Éste es el amor, amor, amor,

el amor que me divierte.

Cuando estoy en la parranda

no me acuerdo de la muerte".

El pasado mes de diciembre el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, anunció la gran noticia de que la Unesco incluye al vallenato colombiano, música tradicional de la región norteña del Magdalena Grande, en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad, calificación a la que, por cierto, también aspira la sidra asturiana.

La Unesco destaca el hecho de que el vallenato tiene un rol profundo en la construcción de lazos sociales y desempeña un papel esencial en la creación de una entidad regional común a partir de la realidad y la cotidianidad. Esta declaración implica el que se tomen las correspondientes medidas urgentes de salvaguardia, para protegerlo de los efectos negativos de distintos conflictos y de la perdida de su identidad tradicional, por la irrupción de un vallenato moderno, que comete el grave error de olvidarse de la esencia de las raíces tradicionales, con la composición entre otras razones, de canciones de laboratorio, que casi nada tiene que ver con los aconteceres del día a día.

Recuperar el papel integrador de la parranda vallenata, ya que en ella se entremezclan todos los estratos sociales, conviviendo y compartiendo sin problemas, es otra de las preocupaciones de la Unesco.

Para Alberto Escobar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, este reconocimiento representa una oportunidad para que el mundo promueva el aporte del vallenato al fortalecimiento del dialogo intergeneracional y el respeto por las matrices melódica de una música que se construye a partir de la realidad y la cotidianidad, y para que apoye las acciones para hacer frente a las amenazas que aquejan la música del vallenato tradicional.

En opinión del compositor de vallenatos Félix Carrillo , este reconocimiento es un gran logro para Colombia , ya que hace visible la influencia de la música vallenata ante el mundo y brinda el respaldo suficiente para su divulgación y protección.

Esta expresión poética-musical contemporánea como lo expresa el Profesor Rito Llerena Villalobos, en su obra, memoria cultural del vallenato tuvo sus antecedentes inmediatos en la música tradicional de la Costa Atlántica producida con propósitos de diversión por hombres vinculados en sus actividades cotidianas de subsistencia a tareas u oficios de la agricultura, ganadería, pesca y caza, propios de las áreas rurales de la zona.

Era pues la música del pueblo llano y raso, que en forma de " parranda" se reunía alrededor de un cantor que se acompañaba de su instrumento, pero no se bailaba. Se sabe también, que en las familias de cierta distinción social reconocida, en los festejos hechos por distintas razones se escuchaban melodías, como el vals, la mazurca, el pasillo, la polca y el pasodoble español, pero con un formato diferente y el acordeón se acompañaba con bombo, redoblante y maracas (Palencia Garate).

En opinión de Daniel Samper Pizano y Pilar Tafur, que con motivo de la onomástica de un siglo de vallenato han hecho una excelente recopilación de los 100 mejores vallenatos, fue un hecho que ayudó a socializar el vallenato, que por entonces era considerado, como una música para gente baja ya que al finalizar estos bailes, los dueño de la casa permitían a los peones que parrandeaban en el patio y la cocina, pasar a la sala.

Julio Oñate Martínez en su magnifica obra el abc del vallenato escribe que cuando el conquistador pisó nuestro suelo los elementos culturizantes que traía consigo, fueron la espada, la cruz y el idioma. Pero es a partir de 1525 cuando comienzan a producirse la fusión racial en el Valle de Upar, donde cada raza trató de imponer sus valores culturales.

De esta manera, formas de canto y versificación españolas se integraron con cantos negroides y melodías indígenas, con lo cual se inició un largo periodo de gestación que vino a dar a luz sólo en las décadas finales del siglo XIX, y ya a mediados del siglo XX la criatura que era bautizada como música vallenata, con sus cuatro aires tradicionales: puya, merengue, son y paseo. Varios investigadores afirman que los antecedentes más próximos a la génesis de éste aire musical se encuentra en los cantos de vaquería, y más, en la tradición juglaresca del medioevo.

Los juglares eran personajes que iban de pueblo en pueblo montados en sus bestias y por caminos polvorientos dando a conocer con su cantos los episodios vividos en su entorno cuya índole era variada, como cantarle al amor, al desengaño, a la muerte a un ser querido, a un amigo, a las desgracias, a la buena y a la mala suerte, a la naturaleza y a la injusticia social.

En sus inicios el acordeonero de origen campesino y generalmente con ninguna o escasa formación académica conjugaba las tareas de compositor, ejecutantes y vocalista. Con el paso del tiempo se consolidó la figura del cantante como personaje principal del conjunto.

En el transcurso de sus correrías los juglares generaban diversos tipo de rivalidad cuando tocaban el acordeón, y como buenos improvisadores componían versos desafiantes y en ocasiones hirientes y burlescos, para retar a otros acordeoneros.

A esta practica se le denomino "piquería". Famosos fueron los enfrentamientos entre otros, de Abel Antonio Villa y Luis Enrique Martínez. Digna de mención es la celebre piquería entre Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales, plasmada por Emiliano en el año 1938 en su conocida composición la "gota fría" internacionalizada por Carlos Vives y bien conocida por el publico asturiano y español en general.

A propósito de "la gota fría", nada tiene que ver con la gota fría meteorológica, que es un embolsamiento de aire frío en altura, si no que se trataba, según explica el propio Emiliano Zuleta , a Luis Mendoza Sierra, de un castigo que le aplicaban en una cárcel, que quedaba por Tunja, a los criminales, a los que desde el techo del calabozo les caía una gota de agua fría. Este hecho se convirtió en un dicho que se aplicaba, al que perdía en una contienda, diciéndoles, " a ese, le cayó la gota fría" y como Morales el día del duelo, se marchó de Urumita, la gente decía "le cayó la gota fría".

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