Ojala fuese así de sencillo. Inaugurar una exposición que retrata lo mejor de la condición humana y que esta misma condición expuesta saliera por la ventana y nos rescatara de nuestros demonios.
El arte como salvavidas, como bálsamo que cura y restaña. Pero no es así, no se pueden tirar obras de arte al mar para que se aferren a ellas los náufragos, ni se pueden levantar tiendas de campaña con las acuarelas, ni hospitales, ni hacer crecer la esperanza, ni devolver la vida y la normalidad a los refugiados.
El arte es en tiempos de paz un consuelo. Y en los de guerra un acto de solidaridad, de compromiso. Una forma de explicar que la diversidad de los comportamientos humanos es capaz de lo peor pero, y ahí radica la principal virtud, de lo mejor. Por eso reservamos la condición de artista, aunque sea una forma de hablar, no solo a los que construyen arte sino a los que hacen algo bien hecho. Fernando Fueyo es en esta ocasión un artista al cuadrado. No solo porque maneja el arte sino porque con "La esencia de las cosas" expone su obra vinculándola a la denuncia de una tragedia humana y con el objeto de destinar parte de los beneficios a los refugiados. No retrata la guerra y sus consecuencias, no la trabaja. Simplemente la denuncia y nos pega a los demás con sus trabajos en la cabeza. Da lo que tiene. Removió toda la obra de estos últimos años e hizo una selección que expone ahora para contribuir a paliar la catástrofe del pueblo sirio.
Me viene a la memoria una foto muy conocida de Javier Bauluz. Seguramente muchos de ustedes la recordarán. Un chico palestino muy joven, casi un niño, estiraba su tirachinas desde la azotea de una casa apuntando a un helicóptero militar israelí que lo sobrevolaba. Fernando intenta poner freno a tanta barbaridad pintando abedules, sabios humanistas, castaños o paisajes de Atapuerca. Ojalá acierte el tiro.
