Cuando en 1979 me incorporé al servicio de Cardiología de la entonces Ciudad Sanitaria Nuestra Señora de Covadonga, éramos seis cardiólogos en la plantilla. En aquel momento, todos podíamos hacer de todo y se rotaba de forma periódica por cada una de las unidades del servicio. Poníamos marcapasos, hacíamos cateterismos, ecocardiogramas, se estudiaban las arritmias y se atendía a los pacientes ingresados.

En aquella época no había trasplante cardiaco y al infarto de miocardio sólo se le vigilaba sin poder hacer otra cosa que tratar las complicaciones. Solo había uno o dos tipos de marcapasos, no había desfibriladores, no se "quemaban" las arritmias. No había ecocardiograma de esfuerzo, ni se estudiaba el corazón mediante la resonancia magnética ni el escáner, no se hacía cirugía coronaria...

Por aquel entonces, la cardiología era diagnóstica en un 90 por ciento. Únicamente se disponía de tratamientos con medicamentos, y el nivel de conocimiento y habilidades necesarios para realizar las técnicas de aquella cardiología podía tenerlo cada cardiólogo.

Treinta y siete años después, el volumen de conocimiento en cardiología ha crecido de forma exponencial. Del perfil fundamentalmente diagnóstico se ha pasado a un acusado componente terapéutico. Hoy se realizan dilataciones coronarias, al infarto de miocardio se le trata mediante angioplastia, se implantan válvulas percutáneas, se tratan las arritmias de forma percutánea. Las técnicas de diagnóstico por la imagen (eco, resonancia y TAC) han alcanzado tal nivel de complejidad que sólo un periodo de formación especifico permite realizarlas con garantías de éxito.

A pesar de estas enormes diferencias, las normas para cubrir las plazas siguen siendo muy similares, si no las mismas, que en 1979: la antigüedad sigue siendo el factor decisorio, si no el único.

Mantener en el año 2016 el planteamiento de que porque un médico ganó una plaza en una oferta de empleo público (OPE) está capacitado para ocupar cualquier puesto dentro del sistema sanitario demuestra cuando menos un profundo desconocimiento de la medicina actual.

Las organizaciones sindicales aseveran que lo único que ellas propugnan es que se cumpla la ley, y que no se oponen a que determinadas plazas en determinados hospitales tengan ciertos requisitos que habrían de cumplir los candidatos a ocuparlas. Sin embargo, matizan que, tal como está la normativa, actualmente eso no es posible.

Para corregir esta situación bastaría que, una vez cuidadosamente valorados los aspectos a favor y en contra, y escuchadas todas las partes implicadas, se definiesen por parte del Servicio de Salud del Principado (Sespa) aquellas plazas en las que resultara aconsejable, en aras de una mejor atención a los pacientes, que quien fuese a ocuparlas dispusiese de unos conocimientos o habilidades concretos, así como definir de la forma más objetiva posible los requisitos que ha de cumplir el candidato y cómo han de valorarse.

Ahora podría ser un buen momento. No hay premura y existe un cierto grado de consenso entre las partes implicadas en que se trata de algo necesario. Si no se hace así, sólo nos queda esperar al próximo concurso de traslado para asistir una repetición exacta de la situación, como ya ocurrió en 2009.