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Concejal del PSOE y miembro del grupo de trabajo sobre Memoria Histórica

Memoria y olvido

Sobre el cambio de nombre de las calles y la posición de Iglesias Caunedo

El ruido de una polémica nos aturde estos días de estío, tras la publicación de las conclusiones del grupo de trabajo que, en relación con el cumplimiento de la denominada "ley de Memoria Histórica" en Oviedo, fue promovido hace pocos meses por el Alcalde de la ciudad.

Desde el Gobierno municipal no se olvida cuál es el contenido de esa norma, aprobada por las Cortes en diciembre de 2007, que obliga a las administraciones públicas a "tomar las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura". Del mismo modo, tampoco se ignora que en Oviedo se ha asistido durante muchos años a un incumplimiento sistemático y deliberado de la ley, rehuyendo con toda premeditación afrontar una realidad al amparo de diferentes pretextos.

Ejemplo de lo anterior lo constituyen las declaraciones suscritas por el portavoz del Partido Popular, señor Iglesias Caunedo, en las que se deslizan acusaciones tales como que se pretende imponer por el equipo de gobierno una "única verdad", atribuyéndole nada menos que la voluntad de borrar cuarenta años de historia para reescribirla. Todo esto al tiempo que se reivindica un supuesto "espíritu de concordia", que no hace sino ocultar las verdaderas intenciones que se persiguen con semejante posición: que nada, absolutamente nada, cambie.

Difícil es imaginar en cualquier país de nuestro entorno cercano un planteamiento político semejante. Casi todos, de un modo u otro, han vivido experiencias traumáticas en el mismo espacio de tiempo muy similares a la nuestra. Casi todos han conocido sangrientas dictaduras que han arropado la mayor parte de las veces un conflicto bélico. En esos países -y por ser más concretos hablo de Francia, Portugal, Alemania, Italia...- no se olvida la historia, se conservan los testimonios del horror, y se procura transmitir de generación en generación el conocimiento de una tragedia colectiva para que nunca más vuelva a repetirse. Sin embargo, en esos países no se rinde tributo a la barbarie, no se encontrará una calle dedicada a la memoria de un criminal, o una estatua que ensalce la gloria de un militar golpista,

En Oviedo, por el contrario, convivimos con placas, monolitos, calles y plazas que vanaglorian y rinden perpetuo homenaje a los hacedores de un régimen dictatorial y uno de los períodos más oscuros de nuestra historia. ¿Se quiere convivir con eso? ¿Superar un conflicto significa cerrar los ojos, olvidar cuarenta horrorosos años? Me llama la atención, no puedo evitarlo, esta invocación a la altura de miras y a la concordia que se hace por parte del señor Caunedo. Tal parece que querer afrontar y corregir la situación que describo pretenda abrir una nueva contienda o ajustar una cuenta pendiente. Si dejar las cosas como están, según el portavoz popular, equivale a tener altura de miras y conservar el espíritu de la Transición, no me queda más remedio que preguntarle para qué entonces desde noviembre de 2007 el Partido Popular, con Gabino de Lorenzo a la cabeza, promovió una comisión especial ante la aparición de la ley de Memoria Histórica. Aquel grupo de trabajo, en el que los votos particulares emitidos por algunos de sus componentes tienen casi tanto interés como las conclusiones finales, apuntó, entre otras cosas, la conveniencia de renombrar catorce calles. Sin embargo, en los años sucesivos apenas si se hizo nada (tan solo se modificaron los nombres de tres calles), y fue necesario litigar para retirar el rostro del dictador de la plaza de España ante la desobediencia sistemática a un mandato legal.

Llegados aquí, pregunto: ¿Queremos que Oviedo siga rindiendo homenaje cotidiano a una dictadura? ¿Es esa la ciudad que admiramos y amamos?

La concordia, la altura de miras, no nacen ni del silencio ni del olvido. Más bien al contrario, surgen de la voluntad de construir un futuro colectivo, de aceptar el pensamiento del otro, pero conociendo bien cuál ha sido nuestro pasado para no volver a errar. No, señor Caunedo, no queremos olvidar cuarenta años de historia ni cambiarlos. Eso significa entre otras cosas que una vez que la sociedad española ha podido recuperar la democracia, debe poder mirar con convicción hacia delante, saber volver con valentía la vista hacia atrás, y tener el valor de rechazar todo aquello que no merece ningún tipo de honra ni reconocimiento en nuestro pasado.

Nuestra ciudad tiene pues esta cuestión pendiente de resolver, señor Caunedo, entre otras cosas porque usted prefirió no hacer nada cuando tuvo la ocasión. Corresponde ahora al gobierno municipal valorar las conclusiones que se han formulado desde hace años, y tomar aquellas decisiones que pongan punto y final a la inacción y el silencio con los que deliberadamente se ha tejido el manto del olvido.

El olvido no nos hace mejores.

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