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Abogado

Luis Blázquez, maestro de abogados

Tras el fallecimiento a los 90 años del letrado propietario del palacio de Gobiendes

La abogacía asturiana debe mucho a Luis Blázquez Fabián, fallecido el pasado día 21 de septiembre en Oviedo, ciudad en la que había nacido hace 90 años y donde desarrolló la mayor parte de su vida académica y profesional. Cursó estudios en el Instituto Alfonso II y más tarde en la facultad de Derecho, en la que posteriormente, y durante varios años, impartió clases de Derecho Internacional en la cátedra de don Luis Sela Sampil. Realizó viajes a diversos países iberoamericanos y europeos y asistió a los cursos de La Rábida como acompañante del catedrático de Historia del Derecho, don Ignacio de la Concha.

Pero su verdadera vocación fue la abogacía, que ejerció durante cerca de sesenta años desde su despacho en Oviedo, fundado en el año 1956, tras un periodo inicial en Valencia. Gran jurista y excelente orador, obtuvo con la profesión de abogado una notoriedad reservada a unos pocos elegidos, como Ignacio Álvarez-Buylla, Manuel Iglesias Cubría, Agustín Castejón, Modesto Blanco, Justo de Diego, Luis Álvarez, Juan Miguel Cuesta, Justo López, Cárcava y Botas, entre otros nombres brillantes, que fueron contemporáneos suyos. Tenía las medallas de Oro de los Colegios de Abogados de Oviedo y Gijón. Destacó como orador, y con su palabra parecía un arquitecto que dibujase en el aire, creando una viva imagen de lo que relataba.

Su despacho estuvo abierto a todo aquel que quiso hacer con él la pasantía. Fue un excelente mentor, serio, severo, recto y exigente, pero sobre todo generoso a la hora de transmitir sus conocimientos y técnica forense. En su despacho se formó un gran número de abogados, de cuyos éxitos se enorgullecía y a los que consideró como su verdadera familia. Debo hacer mención especial del abogado José Montes, que lo acompañó, primero como pasante y después como eficiente colaborador, durante el último cuarto de siglo de su vida profesional; fue un amigo fiel, un confidente leal y, si se me permite decirlo así, un verdadero hijo.

Luís Blázquez fue miembro fundador del Cuerpo Colegiado de la Nobleza de Asturias, de la que ostentaba la Gran Cruz de Oro, y de la Academia de Heráldica y Genealogía, en los que colaboró activamente, y miembro de otras órdenes, como la de Malta o la de San Luis del Ala. Su afición al arte y las antigüedades le llevó a comprar el palacio de Gobiendes, que entonces se hallaba en ruinas y que posteriormente fue declarado Patrimonio Nacional. La labor allí realizada fue enorme, como también fueron considerables los recursos económicos invertidos, que Luis afrontó a costa de sus ingresos y ahorros. La adquisición del palacio le permitió también reunir una importante colección de piezas de notable valor etnográfico y artístico, muchas de ellas rescatadas de aldeas de Asturias donde se encontraban en pésimo estado de conservación, salvándolas de una más que probable destrucción. El palacio de Gobiendes fue la gran obra de su vida, en la desplegó toda la energía y vitalidad que le caracterizaban.

Gobiendes también le permitió desempeñar una vida social muy activa, con compañeros de la cátedra de Derecho, abogados, intelectuales, artistas y miembros de la nobleza. Excelente anfitrión, dispensó su hospitalidad a todos por igual. Tuve la suerte de asistir a muchos de esos encuentros, de los que fue especialmente emotivo el banquete ofrecido en el verano de 2014 a los duques de Maqueda, por los Luis sentía especial afecto. Hombre conservador y de profundas convicciones religiosas, realizó una gran labor benéfica, aportando fondos propios o permitiendo el uso del palacio para actos solidarios, como la cena organizada el verano de 2012 destinada a obtener fondos para rehabilitar la iglesia de La Isla. De talante abierto y sin prejuicios, ofreció el palacio para actos de algunas ONG´s. Toda esta labor filantrópica la realizó siempre con la mayor discreción.

Luis ha dejado una profunda huella de su paso por la vida. Su obra le sobrevivirá muchos años.

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