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La mar de Oviedo

Bajo cero

Al menos cuatro neveros artificiales existían en el Naranco, siglos ha, y después de una vida caminando por esta montaña casi abandonada, Juan Miranda me mostró ayer los dos del Pevidal, cerca de la Fuente del Canto. Son pozos cilíndricos, de hasta seis metros de diámetro y quince de profundidad, reforzado el intradós con mampostería de piedra, como torres al revés que se hunden en la sombra. A principio de primavera introducían ahí la nieve, la prensaban por capas, cubrían cada sector con tierra y helechos, y luego se aserraba en bloques para vender a pescaderías, hospitales, bares... En 1887, Ramón Aller Rivero anunciaba estos neveros y otros de Bermiego y Morcín: "¡Hielo del Polo!". Consta que, aquellos agostos, un carro de bueyes salía del Pevidal a las cuatro de la madrugada y en tres horas se plantaba en la calle Jesús para vender, de 50 en 50 kilos, la raíz del invierno.

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