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Javier, guardián del paraíso

El papel del presidente del Principado en la crisis nacional del Partido Socialista

Quien conoce el secreto de la palabra tiene el poder.

"El escriba sagrado", de Mariano Arias

Fue éxito de Silva, Piñera, Suárez Marcos, Flores y algunos más aquello de "Paraíso Natural". La entrada al Paraíso, al borde de la Estigia, como describió Cernuda la ría del Eo, embelesa mis horas muertas, si es que me queda alguna.

Aquellos eslóganes turísticos fueron acreditados con el sutil "guardianes del Paraíso". Javier Fernández, en rasgo nada propio de su timidez, designó como tal a la penúltima Reina con motivo del magnífico parador de Corias.

El uruguayo Galeano al irse dejó enigmático sueño en una almohada que los detectores de metales de un aeropuerto querían descifrar y denostar.

Me queda, quizá para nunca jamás, que decía Peter Pan, interpretar lo que Javier Fernández pensó en el laberinto de la soledad y para los que somos españoles y militantes, por ese orden jerarquizado de nuestro dudoso desdoblamiento broncíneo. ¿Tiene salida el bucle en que nos afanamos de la Constitución/23-F para acá, o es apenas el champú que dilapidará el asno, tal predice un depresivo compañero de viejas justas?

Al paraíso del destiempo ciertamente se fueron sueños; ya eran ilusos los que quisieron asaltarlos con escalera maldita a la Torre de Babel, huida hacia arriba del Diluvio Universal.

Javier ha arriesgado su enfermo corazón, surgido de heroico amor en un siniestro campo de concentración, que hubo junto a mi casa castropolense.

Veremos qué pasa en la unánime noche y que mi carbonera fe unamuniana no desentraña pues, jubilado nochero, apenas atravieso ya semanales detectores de aeropuertos lejanos aunque siga firme en este mundo de mugor y zafiedad, que escribía el gran Alarcos en prólogo a mi "Oviedo, al fondo". Consciente soy también de la sitiada misantropía del que, a orillas del Lemán, chifló llamándose enfáticamente "El último optimista". Del sarcasmo, entre savia ovetense y acorde bilbaíno, surgió el denuesto prietista de "habla siete idiomas pero no piensa en ninguno".

En cualquier caso, opto seguir en el Paraíso y en el sendero del sueño inabarcable de aquel hombre, implacable en memoria, cuando su laberinto se entrecruza con el eterno retorno a la Justicia, la Paz, la Tolerancia y la utópica Igualdad.

Gracias, Javier, aunque en el ineludible pasivo chirríe perversa sombra de lo que de antiguo conocemos como "culpa in eligendo".

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