La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Con vistas al Naranco

Tolivar, de Praga a Godos y al Molín de Flora

Un recorrido literario, geográfico y sentimental - en el aniversario del médico e historiador

Conozco algo Praga, una de las mejores ciudades europeas, si no la mejor. La pateé antes de mi cojera crónica emocionándome con la presencia de Kafka, su autor de cabecera. Todo se hacía coincidir para que el gran escritor fuese topadizo: hogar natal, casas, callejas y capillas historiadas, infinitos conciertos de Cámara evocando a Milena, su amor, leyendas bohemias, acoso burocrático, enferma semi oscuridad, la encomienda al Niño Jesús que me imponía la abuela, otros acentos de ultratumba en la estrella amarilla, sueños diurnos, pues Franz Kafka trabajaba de noche, castillos elevados, también en Literatura, agobiantes e inalcanzables, librerías y libros de heréticas grafías, cercanías y mixturas de decadencia austro húngara, el Teatro Negro, kafkiano avant la letre... Kafkaianos traducía el académico García Yerba, a cuyo honoris causa leonés asistí... En esos paseos, mientras albergaba la esperanza de encontrar a Milan Kundera o Vaclav Havel y sus legítimas obsesiones de terciopelo antitanque, apareció Pinillos, Príncipe de Asturias, profesor de Avelino Martínez, mi imprescindible filósofo particular.

Mi mejor Praga, sin puentes ni río, es Oviedo, la bien novelada, sus deudas francisca, naranquina y prerománica y la semejante arquitectura modernista, Cases del Cuitu incluidas. Hace un cuarto largo de siglo escribí el prólogo a la tercera y a la cuarta edición del "Libro de Oviedo" de Canella, que dieron a la estampa José María Patac y Elviro Martínez. Sigo sosteniendo que, pese al distanciamiento, inamistoso a ráfagas, entre Canella y Clarín ambos son muy nuestros y complementarios. Tenía, sin embargo, que haber nacido en Cabañaquinta José Ramón Tolivar, para que, con la inolvidable Cristina Alas, a través de los hijos, las memorias se unan en el legado a la Pérez de Ayala/El Fontán.

Oviedo ha reivindicado a Tolivar en el primer siglo.

Mucho me prestó entrar en el Colegio de Médicos, en el RIDEA, en la Biblioteca Pública, en el Museo... para enterarme de facetas escurridizas, tal en Praga/Kafka. Y, de forma especial, me prestaron el devoto apego a la página incunable, latina, no sinóptica, de San Juan y una visita clarisa a San Pedro de Nora. De aquella, Meana, Nacho Ruiz de la Peña, don Juan Uría y los Tolivar, viajaron apretados en seiscientos rojo. Al pasar por Godos, go-dos, con letrero junto al mojón del kilómetro 222, habrían recordado: "¡el pueblo de cuatro doses!"

Ese topónimo, en Julio Concepción, recuerda la inmigración que, añado hasta retorcer, pudo venir de Praga. En la capital checa, cuatro K: Las de Franz, Milan, El Proceso y El Castillo.

No olvidaré al buen galeno, historiador y urbanista, en la Plaza consistorial con el ascenso del Oviedín, o el mediodía de su jubilación coincidente con mi encargo de la remozada "Nombres y cosas de las calles", otra en la apertura de la vía Palmira Villa, o recibiendo el título de hijo adoptivo, o en la Imprenta de Manolo Gofer, con el que tanto empatizaba, o matizando a Pentalfa su Gil Blas de Santullano, que deslumbró a Rafael Moneo, o, aún, bajando la escalera de mármol de Fruela 9 tras su benéfica visita diaria a don Carlos Canella.

El molín de Flora no puede estar en Praga ni es el Flore de la existencialista Rivegauche y Sartre confundiendo Santillana del Mar con un arrabal ovetense; sí vibra en José Enrique Menéndez, nuestro cronista rural al decir de Carmen Ruiz Tilve. Tolivar Faes, también artista plástico, dejó encantador testimonio de Zorraguera, o Zurriquera, (se refiere, según la próxima y esperada obra de Concepción, a los zorros, en algunas partes llamados zurracu, rapiega...) donde el último molino de agua que en sus pinceles brota de fabuloso caudal proveniente de Blas de Aces, Casal, Reiter, Robles, 1705, Towsend, las leproserías, el Oviedo que, tal el Godos del humor clariso, cuadriplica el inmenso número de denominaciones históricas, mágicas y laberínticas, pigmentadas por sobria metodología, heredada, puede, de Feijoo/Marañón/Laín/Rof con indudables gotas destiladas en Caveda y Nava, los Canella, Alas Argüelles, su suegro al que impidieron tratar, e interpretaciones recias contra corriente de cuatro eses: Silla del Rey/Silla del Regente, Santa Clara y Santullano. También el silente esfuerzo, el rigor investigador y expositivo, la tolerancia infinita, el cariño sin límite hacia pacientes y colegas, la conciencia de un tiempo de sequía ética e intelectual, la severidad paternal...

Compartir el artículo

stats