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Con vistas al Naranco

El cuélebre

Anecdotario veraniego en Salinas

Hombre nebulosa o Vía Láctea

Paulino Masip, Diario de Hamlet García.

"Arre, Plata, adelante"

George W. Trendle // J. Cuervo, El Llanero Solitario

Lelé Hidalgo se ha desdoblado en la genialidad de sus hijas, Cris y María José, y aun en la de Patricia, sobrina, convertida ya por Alicia Menéndez/Ana María Fernández en objetivo académico (¡el colmo, tesinando! decía, sarcástico, Juan Benet refiriéndose al bueno de Paco García Pérez). Tía Lelé concentraba magín estival en despertar, mediante disfraces precarnavalescos, a la sociedad, epidérmicamente náutica, o neptuniana, de Salinas, espejo sin memoria del antiguo krausismo.

En una ocasión fabricó un enorme cuélebre que terminaba en tropel de crisálidas unisex revoloteando en baile sin agarrar, twist o charlestón. Mantenía tradición de serpiente deslizante, falta de alas murciélagas. La originalidad superaba el hartazgo de la obligación sabatina a lucir corbata. El Club tenía algo del edificio Estambul levantado por refundadores valones y flamencos; trufado en la cercana resaca, ensalzada por José Francés, y por Joaquín Vaquero, Miravalls Bové, María Galán, señores de la pintura, pasados todos en la violencia cromática del próximo sablón de El Cuerno. Nadie recordaba a Ramón Gómez de la Serna, conspicuo veraneante, romero en burro a Santa María del Mar; lepidopterólogo, según él mismo. Coincidieron Ramón y su innovador ramonismo con el incendio del viejo Club dejando una quejosa greguería ad hoc para sus sucesores societarios: "¡Nuestros gusanos no serán mariposas!". En diferente década, ni nos dimos cuenta de la vena maravillosa de Vitín Botas, colega de pandilla.

En noches despejadas de terca neblina algunos creíamos ver la claridad incierta de la vía láctea, en que se regodean Cunqueiro y Félix de Azúa, casi en el límite y tamaño de un gusano/cuélebre, tan desmesurado como el disfraz. Víctor Manuel, amigo de mis primas, escribía, "la última vez que lo vieron anduvo en el pueblo / en disfraz de gaitero". En Salinas era difícil compadecer pueblo y gaitero, pero no la metamorfosis natural de las crisálidas danzarinas; Kafka, De la Serna, Constantino Cabal... incluidos.

No había la proliferación cameral que hogaño inmortalizaría el ciempiés móvil de Lelé Hidalgo, arte momentáneo, evanescente entre la artesanal imaginería.

Un magnífico bodegón de Lelé adorna Casa Gervasio, templo de la gastronomía, como califica la Guía de Manuel de Cimadevilla, el nietu de Celu Xuan, en Fuente la Plata.

La noche no tiene paredes, Pepe Caballero Bonald dixit. Aquella de Salinas, que creí fugaz dentro de mí, tampoco.

(...) Topónimo probablemente más óptico que sinónimo de parné o de mineral precioso, y aun, como sostienen latinistas, equivaldría a pileta. Está en Caveda y Nava. Julio Concepción, gran estudioso de la etimología, sostiene, tras extenderse en el origen árabe del término: "El escaso manantial no inclina a pensar en una referencia metafórica al brillo de las aguas (...) Mejor la referencia al camino y a la vía pecuaria inmemorial".

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