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Con vistas al Naranco

Del carné resucitado en Poniente al año doceno

Los objetos que devuelve el mar

Sueños mal dormidos (...) pesando sobre nos

J. B. Buylla, "Celda 42"

A la Dra. Fanjul, hematóloga, cuyo Servicio Regional comandó la inolvidable Amparo Coma Luengo, madre de nuestra vicealcaldesa, le ha devuelto la mar, intacto en apariencia, su carné.

José Francés, gran asturianista, académico de la antigua de San Fernando, sostuvo en sus ficciones que ese mar retornaba vivos a ahogados en veranos anteriores.

La acción marina no puede, sin embargo, con tanto plástico. Se le atraganta incólume en el estómago hasta la espera rumiante. Henry Miller ha escrito "he absorbido el mundo y ahora lo vomito". Las orillas siguen sembradas de recipientes que insensatas manos escupieron. En Defoe, Poe, Conrad y Cía. las botellas y bidones vacíos de su primitivo líquido contenían manuscritos de amoríos irredentos, gritos náufragos, sentimientos desconsolados de abordajes corsarios, impotentes guerreros desnortados, versos de lirismo suicida...

Hoy la comunicación, aun la desesperada, utiliza otros medios, salvo el juego sofisticado de Dream Bottles, con 1.500 botellas de diseño flotando por la lámina ondulada del mar. De un corto tiempo a esta parte está calando la mentalidad protectora de aguas.

En Asturias hubo un pionero de ritual mixtura oceánica, Agustín Santarúa, genialoide candasín, voluntarista enmendador de la bíblica separación de mares al tercer día del Génesis. No obstante, a la vez que homenajeaba al Comandante Cousteau y su mítico "Calypso", se cometía yerro en el impropio Museo de Anclas de la Peñona, entre Salinas y El Cuerno.

A M. J. Fanjul un caco le birló la documentación, contra la que pugnaba el científico y literato Bertrand Russell, partidario de una Humanidad pacifista sin carnés. Muchos de los tirones de bolsos terminan con abandono de documentos, según código internacional no escrito, para evitar mayores engorros a la víctima. "Los ladrones somos gente honrada", titulaba Jardiel. El de la médica gijonesa optó por Poniente, donde Jovellanos divisaba cetáceos y se baña el Jovino de hoy, su descendiente colateral y espiritual, un tal Pedro de Silva ("el mar es el gran depósito de secretos").

Transcurrió una docena de años con el documento en su identificadora integridad. Su dueña, buena galena, jovial efigie, curiosa observadora, es feliz por el itinerario submarino, pero los colegas químicos deberían meditar en cómo diluir el gratuito daño de los largos polímeros encadenados. Cabe sí la quema, imposible en el fondo marino, aunque es de Juan Ramón Jiménez el oxímoron "mar ardiente". También al Cantábrico le dice en este periódico Luis Meana: fuego frío.

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