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La mar de Oviedo

Amanece poco

A las diez de la mañana el cielo oscuro y rojizo olía a chamusquina; amaneció tarde, mal y nunca. A las diez enrojecían las pantallas de televisión con el fuego de Portugal, Galicia y Asturias y la deflagración de Cataluña, el auto de fe de esos piráticos con patente de mierda que quieren socarrar la Constitución y la convivencia. Amaneció poco en Oviedo, no cantaron los gallos ni el Sol quiso comparecer en nuestra cotidiana rotación; hurtó sus rayos a la claridad, se retrajo, salió por Antequera, como el chupacirios de Puigdemont, sus rapavelas y otras heces. ¡Qué mañana irrespirable y qué mañana nos aguarda! Tampoco oxigené cuando, en la Escandalera, nuestra diligente brigada municipal borró de los bancos la vandálica española y entronizó de nuevo la tradicional del orgullo gay, emblema de mayor gama, más transversal y a tono con esta España sin asiento, que va de culo.

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