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La izquierda reinicia el sistema

Pablo Iglesias, Alberto Garzón y Pedro Sánchez trazan el nuevo perfil del liderazgo alternativo a la desafección, hecho de jóvenes dirigentes atentos al "marketing político" y al lenguaje de las redes

La izquierda reinicia el sistema

En la facultad de Económicas de la Universidad de Málaga, a Alberto Garzón Espinosa, hoy diputado de Izquierda Unida, le llamaban pijo "porque no llevaba barba y melena". Pablo Iglesias Turrión, la cabeza de Podemos, lleva barba y melena, pero a veces asiente cuando habla Garzón, y viceversa. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, recién elegido secretario general del PSOE por aclamación de la militancia, puede tener un hilo ideológico más fino de enlace con los otros dos, pero es el lado que falta para completar el triángulo de personalidades nacientes de la izquierda española, casi recién llegados al centro de la escena, jóvenes y socialmente activos en las redes y en la tele, muy atentos a la estrategia de comunicación y a la imagen de marca como táctica sustancial del plan de ataque. También con cierta habilidad común, convendrán pronto diversos especialistas en la comunicación, las redes sociales y la ciencia política, para dar con el lenguaje y los códigos que mejor entiende y asimila un tipo muy preciso de destinatario.

Aunque en los tres casos el cuidado de las formas vaya a veces en detrimento de la densidad del contenido, aunque Sánchez y Garzón representen a los aparatos de las organizaciones convencionales e Iglesias deplore sus métodos, los tres comparten un sustrato colectivo. Está hecho de juventud en un concepto amplio -de 28 a 42 años-, de localización más o menos consciente a la izquierda de la gama política y, sobre todo, de interés por componer con sus propios métodos un estilo de liderazgo alternativo en un momento especialmente alterado por el descrédito de los modos tradicionales de administración de lo público.

Si se abstraen las peculiaridades que singularizan a cada uno y se focaliza la atención en el filamento que los conecta, el retrato a tres encontrará un fenómeno triple alimentado a la vez por los aciertos propios y los errores ajenos. Su puntería común es el "marketing político", las habilidades para "manejar los tiempos, la palabra, la imagen, las formas y los medios", apunta Javier Prieto, consultor especialista en mercadeo y redes sociales; en los fracasos de los demás, al decir del director del departamento de Periodismo de la Universidad de Málaga, Bernardo Díaz Nosty, cabrían "el plasma, las comparecencias sin preguntas, la retórica vacía..."

Estando tan cerca, no obstante, los tres vértices del triángulo de la nueva izquierda también se alejan a medida que marcan territorio, conscientes como son de que compiten por conquistar el mismo. Con matices. Iglesias y Garzón son amigos e ideológicamente se guiñan el ojo con frecuencia, aunque el primero desprecie las formas de aparato de partido clásico que el segundo representa en IU y éste rechace a su vez que Podemos renuncie a definirse abiertamente de izquierdas. Pedro Sánchez tuvo que matizar -"Pablo Iglesias, el bueno"-, cuando en el debate con los otros dos aspirantes a dirigir el PSOE quiso citar al fundador de su partido y distinguirlo del líder de Podemos. Tiene su trascendencia que Pedro, motejado por su parte "El guapo" desde que era concejal en Madrid, buscase algo más contundente y simple que el segundo apellido para establecer la comparación entre esos dos políticos que se llamaban igual.

En la tertulia televisiva se discutía el trámite parlamentario de la reciente abdicación del Rey Juan Carlos. En un momento de acaloramiento, el realizador partió la pantalla en tres cuadros iguales y situó a la izquierda a Pedro Sánchez, entonces todavía candidato "raso" a dirigir el PSOE, en el centro a Garzón y sólo por casualidad a Iglesias en la derecha. El socialista terminó quedándose solo frente a los otros dos oponentes en su alegato a favor del voto afirmativo de su partido a la ley orgánica de admisión de la renuncia del Monarca. En el cuadro central de la imagen, Garzón defendía que el texto incorporase un referéndum sobre la forma de Estado; en el de la derecha, Iglesias asentía con media sonrisa, dando su aprobación con el índice dirigido hacia la cámara.

Aquellos minutos escasos de coincidencia en la tele, ecosistema natal de los tres, dan una primera idea del camino que lleva la nueva izquierda en su versión 2.0. Antes de la andanada conjunta de Iglesias y Garzón contra él, en aquella misma tertulia Sánchez había defendido su propuesta de "reforma del Estado" hacia lo federal y, en dirección a Iglesias, después de un "no te voy a tolerar que digas que el PSOE es una casta" y un "no nos vas a dar lecciones de democracia o de humildad", también aceptó que "un partido de 135 años tiene mucho que aprender de otro recién nacido".

El diálogo no es exactamente una declaración de alianzas, pero sirve para caracterizar una parte de los vínculos y las fallas que aproximan y separan a los tres nuevos "apóstoles" de la izquierda. Dos de ellos, Garzón y Sánchez, son economistas; Pedro y Pablo, profesores universitarios; Alberto y Pablo bebieron juntos del movimiento ciudadano 15-M. Desde que Iglesias tomo posesión de su escaño en Bruselas los tres son parlamentarios -Garzón el más joven del Congreso-, los tres han afinado imagen en tertulias de televisión, los tres tienen blogs y cuentas muy activas en Twitter e Iglesias protagonizó incluso su propio programa de televisión, "La tuerka"... Hay una formación paralela al compromiso político, emerge un perfil profesional básicamente coincidente y además una conciencia compartida del poder que tienen los mensajes fáciles y rápidamente transmisibles por las redes. Y también una conclusión que dice que el trío está lejos de ser homogéneo. Será que lo suyo es "al final", afirma Óscar Rodríguez Buznego, profesor de Sociología y Ciencia Política en la Universidad de Oviedo, "una competición por el voto". Por los mismos votos.

Hay, no obstante, una semejanza triple en su irrupción y en los motivos que la impulsan. Buznego percibe "una coincidencia en la renovación", porque en el principio fue el descrédito. El primer empujón al centro del escenario se lo da la detección de "un sector amplio de la opinión pública que interpreta que algunas de nuestras instituciones políticas básicas deben ser revisadas, que hay un estilo de hacer política, una forma de liderazgo y de relación de los dirigentes con los ciudadanos que tiene que cambiar. Y que quien mejor puede hacer es eso es la gente más joven". Buznego piensa en Adolfo Suárez y en Felipe González, en el primero rebasando por poco la cuarentena y el segundo aún treintañero al comienzo de la Transición, y concluye que "en la democracia española los políticos han sido jóvenes en una primera etapa". Que "hoy la circunstancia es otra", pero que el fenómeno también identifica paralelismos en la historia y en lo que hoy pasa ahí fuera: Sebastian Kurz es ministro de Exteriores en Austria con 27 años y sin haber terminado la carrera.

Aquí dentro, el juego de las semejanzas y diferencias entre los tres representantes de la nueva izquierda afina de entrada la percepción de una base ideológica común. "Veo el interés de la coincidencia no tanto en su edad", afirma Buznego, "como en que los tres sean personas de izquierdas", por mucho que Pablo Iglesias renuncie a identificarse en esos términos y que Garzón haya definido a Pedro Sánchez como el candidato a dirigir el PSOE que está "más a la derecha". También carecen todos de "los vínculos, las lealtades, los hábitos o las inercias de los políticos de edad más avanzada. Y tienen menos prejuicios y actúan de una forma menos encorsetada y más liberal tanto respecto a sus organizaciones como en el contacto que mantienen con la sociedad". "Viven en las redes", tienen hábito de uso de un lenguaje ligero y accesible y por eso "se les atribuye una densidad política o ideológica inferior a la de los grandes líderes de antes".

Pero puede que residan en sus diferencias, avanza el politólogo, las mejores claves del destino político de los tres. La primera separa a dos políticos jóvenes y formados -Sánchez y Garzón- sujetos a las lealtades propias de una organización convencional de un político joven y formado -Iglesias- que viene a ser "otra cosa, porque Podemos es una organización política que no existe, no hay tal organización". "Un experimento político", "la avanzadilla de una cultura política nueva", un movimiento que a diferencia de los partidos convencionales "no tiene pauta y da mayor libertad en su seno, pero por otro lado genera una imagen más ambigua y confusa de lo que pretende, de lo que es, de sus políticas. Eso se refleja inevitablemente en las trayectorias políticas y en los discursos de Iglesias, Garzón y Sánchez".

Una y otra vez volverá la certeza de que el sustrato es común, en parte porque "los postulados ideológicos de Podemos son tan imprecisos", valora Buznego, "que se pueden identificar coincidencias con los del PSOE y los de IU, pero incluso también con fuerzas liberales o centristas, con UPyD o Ciudadanos. Ellos ponen el énfasis en la depuración institucional del sistema. Lo que define a Podemos no son tanto los principios ideológicos como el método".

-Ya que comparten la izquierda, ¿hay alguna posibilidad de colaboración?

A la pregunta que Buznego se ha formulado a sí mismo se responde de entrada que no. "Mi impresión dice que es imposible, sobre todo entre Podemos y el PSOE", afirma, "porque el discurso de Podemos es frontal contra el PSOE". Con IU, donde el "enlace" es Garzón, aún hay alguna posibilidad, pero la coalición "guarda silencio. Temen por encima de todo que esa colaboración los difumine y que si colaboran acaben fagocitados en el juego que denuncian y quieren evitar".

Es el juego de la "casta". Ese término repetido hasta la saciedad por Pablo Iglesias que puede servir como exponente máximo del mensaje directo y fácil, de asimilación rápida y éxito inmediato que puede definir los nuevos modelos de comunicación, claves para entender estas innovaciones estéticas en el liderazgo político. Si las explica Javier Prieto, consultor experto en redes, los tres dirigentes de la nueva izquierda habrán triunfado exhibiendo "habilidades transversales más allá de la política. Los tres han usado con acierto estrategias de comunicación, marketing, 2.0 y marca personal que les han llevado a hacer mucho con muy poco". Se han adaptado a los códigos y canales de uso común del universo digital que los tres "conocen, usan y explotan" a su favor "con mensajes cortos y bien estructurados, argumentario elaborado y estrategia para conseguir el objetivo deseado". Sería la política contada en 140 caracteres, con los beneficios y los riesgos que eso lleva por dentro.

Una comparación para que se entienda: Pablo Iglesias contra Miguel Arias Cañete en el ring de la red. El líder de Podemos representa, al decir de Prieto, "un caso de estudio para entender el poder amplificador de las redes sociales. Con un presupuesto de campaña cercano a los 100.000 euros ha conseguido ser la cuarta fuerza más votada. Como se ha dicho en varios medios, 'los hashtags se están convirtiendo en votos', o más directamente la fórmula es 'un tuit, un voto'". En cambio, el exministro y cabeza de lista del PP en las últimas elecciones europeas "creó su cuenta de Twitter en abril , para su campaña electoral, y tras las elecciones vino el silencio". Hay otros ejemplos: "Mariano Rajoy llegó a Twitter en julio de 2011 y Eduardo Madina apareció dos meses después. Para entonces, Garzón ya llevaba tres años y medio allí, Sánchez dos e Iglesias uno".

No importa pues sólo lo que se dice, sino también, o sobre todo, quién, cómo y dónde lo dice. Iglesias, Garzón y Sánchez cultivan a tres voces, al decir del especialista, "una estética e imagen clara, que refleja cercanía. Camisas sin corbata y remangadas, barba recortada, mirada directa y limpia a la cámara, sonrisas cuidadas, lemas repetitivos, sentido común y la gota malaya constante que ofrecen los miles de seguidores y fans difundiendo, retuiteando, comentando. Incluso creando contenido audiovisual que potencie el mensaje". A un observador con el ojo entrenado no se le escapó un detalle "notorio y simbólico" del debate entre candidatos a la secretaría general del PSOE, hace casi dos semanas. "A la derecha, Pedro Sánchez, camisa blanca y sonrisa estudiada. En el centro, Madina, con camisa azul al principio, luego americana con coderas para ocultar el sudor. Y a la izquierda, Pérez Tapias, también camisa azul y americana clásica. Una vez finalizado el debate, en cambio, la foto que fue portada de todos los periódicos tenía a Pedro Sánchez en el centro de la imagen, recto, dando la mano a sus dos contrincantes, sonrisa en ristre, y a los otros dos visualmente en segundo plano. Un magnífico ejercicio de comunicación visual". Para algo habrán servido el máster en Liderazgo Político que luce en el currículum de Sánchez, o el de Comunicación Política de Iglesias.

Sobre la aparente ligereza ideológica del discurso sostiene Buznego que "obedece no tanto a los medios como a la audiencia", a una exigencia autoimpuesta de inteligibilidad que obliga a desgrasar el mensaje. El propio Iglesias, afirma el politólogo, "tiene una carga ideológica muy fuerte, pero él sabe que se la tiene que guardar. Que no puede exhibirla porque desconectaría a una parte de sus seguidores".

"Todavía hay poco material analizable", tercia Bernardo Díaz Nosty, catedrático y director del departamento de Periodismo en la Universidad de Málaga, para determinar si una característica del nuevo liderazgo es la focalización de la atención sobre el continente más que sobre el contenido. Pero otro aspecto esencial "en la dialéctica del fenómeno" reside, a su juicio, en la convicción de que en sus resultados "pesan tanto o más los errores ajenos que los aciertos propios". La pericia en el manejo de las estrategias comunicativas del presente como "el descrédito" de otras: "El plasma, las comparecencias sin preguntas, la retórica vacía, la propaganda en las 'teletiendas' dominicales de políticos autocomplacientes, la reducción del discurso a píldoras dialécticas en un espectáculo mediático polarizado...".

A su juicio, eso sí, en este baile "el paso lo ha marcado Iglesias". De momento, explica, "sólo hablaría de éxito en ese caso. Ahí, la estrategia de comunicación ha sido determinante y ha producido efectos con tanta rapidez que va por delante de las encuestas". Concluirá dando por cierto que "en muy poco tiempo se han producido corrimientos políticos en la izquierda", pero que eso no basta: "La apelación social al fin de una forma de hacer política alcanza a la mayoría de la población".

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