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El legado de Obama

El legado de Obama

Posiblemente Obama sea el resultado de una de las iniciativas del presidente Johnson. Poco reconocido, sustituyó al llorado, brillante y poco efectivo Kennedy. En su legado se cuenta la escalada en la guerra de Vietnam que había iniciado Kennedy y que llevó a extremos de brutalidad inimaginables Nixon (el bombardeo de Camboya deja en ridículo el realizado en Dresden), la creación de Medicare y Medicaid, seguros médicos para proteger a los jubilados y los desposeídos y la Affirmative Action. Gracias a ella Obama y su mujer pudieron ir a buenas universidades y desarrollar toda su capacidad. Esta protección de las minorías (que ya no lo son tanto) discriminadas para estudiar y trabajar transformó la sociedad americana. Aunque se comparaba a una olla donde se mezclan todos los ingredientes, la realidad es que los primeros colonizadores, blancos, anglosajones y protestantes, dominaban la sociedad sin mezclarse con los nativos y emigrantes del Sur. Ahora son los blancos los que demandan una discriminación positiva, pues los asiáticos ocupan las primeras plazas en las listas de admisión de las universidades que habían sido refugio de los de su clase.

Obama está a punto de finalizar su segunda legislatura y a pesar de tener el Senado y el Congreso en contra se ha empeñado en dejar tras de él un mundo mejor. Su más importante legado para la sociedad americana es la obligación impuesta por ley de que todos los ciudadanos tengan un seguro médico. La oposición de los republicanos es brutal y organizada; aun hoy, a pesar de que el Tribunal Supremo dictaminó que es legal, siguen buscando la forma de echarlo abajo y prometen acabar con esa imposición si ganan. Hay dos iniciativas de política exterior que pueden cambiar el mundo: el acuerdo nuclear con Irán, una sociedad milenaria, culta, pujante y deseosa de formar parte más activa del mundo, y la apertura de relaciones diplomáticas con Cuba. Y la que ahora a mí más me interesa, que es el plan que presentó esta semana para reducir la emisión de gases de efecto invernadero. EE UU apenas se había comprometido en los acuerdos internacionales. Ahora lo hace sin pedir ni esperar de otras naciones medidas semejantes. La propuesta es reducir las emisiones de CO2, respecto a las que había en 2005, un 32 por ciento para 2030.

No impone una estrategia, deja que cada Estado, en función de su mix de energía y de las posibilidades, diseñe un plan que ha de aprobar la Agencia para la Protección del Medio Ambiente, una entidad de ámbito nacional. Todavía no había presentado Obama su plan cuando ya los lobbies y la oposición republicana buscaban medios y métodos para frenarlo. Lobbies fundamentalmente del carbón, la fuente que hasta no hace mucho producía el 50% de la energía, porcentaje que en la actualidad, debido a las diferentes regulaciones, entre otras por el recorte de la emisión de mercurio, no pasa del 35%. Pero el carbón es poderoso en el mundo, emplea a muchos miles de trabajadores y produce pingües beneficios a los empresarios. La pérdida de empleo y el incremento del coste de la energía son los dos argumentos principales de la oposición. Obama propone frenar las emisiones con sistemas más eficientes, tanto en las centrales térmicas como en el uso de la energía doméstica, la industria y el automóvil, utilizar energías alternativas, incluida la nuclear, con mejoras de seguridad y ahorro energético. No he visto la opción de captura de CO2 ni tampoco una estrategia para frenar la emisión de gas metano.

La captura de CO2 está recibiendo menos atención e inversiones de las que posiblemente debería. En España el presidente Zapatero apostó por ella con la creación de un centro en su provincia, León, que estuvo bien dotado los primeros años pero que dejó morir el Gobierno de Rajoy. Cierto es que no habían logrado grandes resultados.

El Instituto del Carbón, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), sigue trabajando en ello y ha diseñado métodos para capturar en el proceso el CO2 que emiten las centrales térmicas. He leído que se está pensando en inyectar CO2 en los casquetes polares con el fin no sólo de almacenarlo, sino de enfriarlos y así evitar su creciente licuefacción. Espero que se diseñe la técnica para llevarlo a cabo. El cambio climático es una oportunidad para el desarrollo no sólo de alternativas a la producción energética y la mejora de la eficiencia y moderación en el consumo, también para desarrollar técnicas que resuelvan el problema ya creado.

El metano recibe menos atención como gas de efecto invernadero, entre otras cosas, porque su presencia en la atmósfera es mucho menor aunque, según los expertos, tienen una potencia hasta 80 veces más alta, sobre todo a corto plazo, que el CO2. El metano lo fabrican fundamentalmente las bacterias anaerobias al descomponer la materia orgánica. Casi un 20 por ciento procede de filtraciones a la hora de explotar el gas natural, un problema que se agrava con el gas esquisto; una cantidad igual, de los rumiantes, y aproximadamente el doble, de los humedales. Es una muestra más del coste social y ambiental de nuestra afición a la carne y la leche.

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